2. La búsqueda de Mateo

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"Estoy buscando un nuevo horizonte"

Aristóteles Córcega despertó a las siete de la mañana. No era tarde, pero tampoco era demasiado temprano si tomaba en cuenta que sus hábitos normales eran de estar a las seis de pie junto con Temo. Buscó el tacto de su novio con las yemas de sus dedos, pero no lo encontró. Temo trabajaba mucho; Aristóteles debía reconocer que lo extrañaba, que necesitaba de él y que lamentaba profundamente no poder estar más tiempo en cama.

Despertó con una erección. Si Temo hubiese estado ahí, hubiesen hecho el amor. Llevaban una semana sin tener intimidad; realmente lo extrañaba. Sentir los besos de Temo sobre su piel, morder él mismo la del castaño... pero debía esperar. Temo regresaba todo el tiempo cansado, el rizado nunca se cegó al respecto ¿Cómo podía anteponer sus necesidades físicas ante el cansancio que Temo sentía por todo el trabajo? Y no es que él no trabajara, ni se agotara. Simplemente, el ejercicio que tenía que hacer lo hacía generar endorfinas y adrenalina, le daba mucha vitalidad.

Se guardó la erección para él mismo; no necesitaba masturbarse ni se sentía de humor para ello. Todo su placer tenía un nombre y era Cuauhtémoc López. Aún tenía el pijama encima, aunque el sentimiento que lo ayudó a desviar su atención de sus necesidades sexuales fue el hambre. Sus tripas comenzaron a gruñir y aquel detalle solo lo hizo regresar a Temo: a aquel chico que podía alegrar su vida con una sonrisa, pero sobre todo que podía convertir cualquier ingrediente en una experiencia gastronómica inigualable.

Cuando salió de la habitación, no pudo evitar dirigir su mirada a la pequeña mesa de la cocina. Un plato con una nota sobre él delataba otro de los detalles de Cuauhtémoc López. Lo abrió solo para darse cuenta de que el castaño le había preparado el desayuno antes de irse y agradeció mucho internamente por tener a alguien que lo amaba con ese nivel de preocupación y de detalle.

Sonrió. El también tendría un detalle con Temo. Hacía ya un par de semanas que no tenían una cita en forma, pero él se encargaría de cambiar esa realidad. Sabía que había muchas cosas que ambos se estaban guardando y que, de no externarlas, podían convertirse en problemas importantes. También Temo era consciente de ello; era solo que no habían tenido un espacio para aclarar las cosas que les preocupaban. Lo ineludible en ese momento era la necesidad de pasar tiempo juntos como pareja, terminar de cerrar el ciclo de adaptación a España ¿Qué lugar sería el indicado para ello? Aristóteles tenía mucho que pensar, pero las cosas se le hacían más fáciles mientras su estómago se llenaba con bocanadas de comida que le recordaban a Temo, las cosas buenas que ambos habían vivido y lo mucho que se amaban.

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— ¿Es en serio, Cuauhtémoc? ¡Este pez tiene una espina! — Viviana Lobos había ocultado estratégicamente una espina de pescado en uno de los peces que Temo ya había limpiado — ¡Es obvio que no eres nada cuidadoso ni detallista!

— Te juro que verifiqué, comprobé que el pescado ya estuviese limpio antes de dártelo.

— Pues a mí no me lo parece ¡¿De qué sirve que llegues temprano si llegas a hacerlo todo mal?! — La chica dirigió una mirada dura a Temo, como si en verdad estuviese indignada — ¿No dormiste bien? ¿Te desvelaste? Recuerda que estás a mi cargo, que tengo que pulirte antes de que puedas hacer cualquier cosa en este lugar.

— En serio lo siento. Voy a tratar de que no vuelva a pasar — Temo continuó cabizbajo, limpiando pescado por pescado una gran pila que tenía junto a él — Vuelvo ya a mis ocupaciones.

— Yo también. Voy a comprar algunos víveres para guisar la pesca del día. Por favor, no mates a nadie en mi ausencia — La chica salió de "El Apiñón Bistro" satisfecha con lo que estaba haciéndole a la confianza del castaño — Más te vale que no encuentre otro error o en serio vas a tener problemas.

Por nuestro futuro || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora