7. Siempre

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"Necesitas un compañero, no una carga"

Las cosas nunca salen como la gente usualmente planea. La organización no siempre impide los imprevistos y algo similar había pasado con Aristóteles. En parte, si se había negado para acompañar a su novio a su cita con Mateo Szymanski era porque tenía obligaciones que no podía posponer, pero sobre todo porque entendía que no podía ser "el niñero" ni jugar al novio sobreprotector ¿Con qué confianza podría Temo decirle las cosas si hiciera un drama por todo? Ese era el razonamiento de Aristóteles y se sentía satisfecho con él.

Las cosas no salieron como planeó. Emilio y él ensayaron un dueto durante toda la tarde, pero al parecer el chico comió algo en mal estado porque inmediatamente después del almuerzo comenzó a sentir un malestar bastante insoportable que le impidió seguir con sus labores del día. Ese era el motivo por el que Aristóteles salía antes de lo planeado.

El atardecer caía sobre la ciudad, mientras el viento se mecía silenciosamente. Las nubes tomaban extrañas formas que, para alguien un poco más distraído que Aristóteles en ese momento, bien podrían representar animales, figuras imaginarias... pero hoy el chico de los rizos se encontraba demasiado inquieto para notarlo. Mateo y su novio habían acordado verse en el parque de la Magdalena, el lugar por el que ambos volvían a casa del trabajo ¿Habría terminado ya la reunión o se encontraría con el enigmático Mateo Szymanski?

¿Sería este "Mateo" otro Diego? ¿Intentaría competir con él por el amor de su novio? ¿Por qué, de la nada, se presentaba con una oferta lo suficientemente buena para inquietar a Cuauhtémoc? No podía maldecirlo, porque sabía que en ese momento era la tabla salvadora que evitaba que su estabilidad económica se viera comprometida.

Recorrió la vereda de siempre, como si hacerlo fuese una terapia necesaria para devolverle la estabilidad y el piso, como si hacer algo "cotidiano" ayudara a entender que el tiempo de las amenazas sentimentales se había acabado y que ahora su relación era lo suficientemente estable para soportar las carreras de ambos y las amistades que hicieran en el proceso de cumplir sus objetivos. Después de todo, si él iba a ser un artista exitoso y Temo un chef reconocido, ninguno de los dos podía aislarse del contacto. Mientras más rápido lo aceptara, mejor sería su vida.

Todo hubiese sido de lo más normal, de no ser porque, sin querer, había visto a su novio estrechar la mano de un chico bastante atractivo. Más alto que él, con una piel más pálida y un cabello menos alborotado. Ambos se sonreían, como si se conocieran de toda la vida y, por extraño que pareciera, no se sentía amenazado en lo absoluto. Evaluó si debía acercarse o dejar a su novio resolver sus asuntos, pero tardó demasiado en hacerlo porque antes de poder abandonar el lugar, las miradas de ambos chicos ya se encontraban sobre él.

— ¡Tahi! — Temo casi se abalanzó sobre él como un águila sobre su presa — ¡Ya tengo trabajo nuevo!

— Felicidades, mi amor — Aristóteles depositó un cariñoso beso en la frente de su novio. No lo hizo para demostrar nada, solo porque le nació hacerlo. — ¿A qué vas a dedicarte?

— Mateo me invita a un proyecto. Quiere realzar la cultura mexicana e incluso vamos a escribir un libro. Su familia tiene los recursos para el proyecto y me invita porque ha visto mi trabajo.

— Tu novio tiene mucho talento y sé que será alguien de gran ayuda para lo que quiero lograr... ¿No me vas a presentar a este muchacho? — Mateo estaba intrigado por Aristóteles.

— Mateo, él es mi novio Aristóteles. Es mi compañero de aventuras en España y, de no ser por lo aventurero que es, a lo mejor no estaría aquí.

Aristóteles se sonrojó. Cuauhtémoc López lo describía casi casi como si tuviese el poder para hacer bajar la luna o derretir el polo norte. Se sintió bien y pudo, finalmente, relajarse del todo.

Por nuestro futuro || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora