4. Las cosas que no decimos

364 58 19
                                    


"A veces, solo no queremos preocupar a las personas que nos importan"

Amapola Castañeda se encontraba en la primera cafetería que ella y Temo fundaron. Aunque su trabajo debía limitarse ahora a revisar las cuentas y estar al pendiente de los insumos, nunca le gustó asumir esa posición tan cómoda y se preocupaba totalmente por lo que ocurría.

Se sentía relajada, y ahora que Arquímedes iba al preescolar le sentaba bastante bien tener algo de tiempo para ella. Audifaz Córcega también estaba bastante contento con el rumbo que su vida había tomado. No se preocupaban por dinero porque, después del radical cambio de mentalidad que había experimentado, más personas se habían interesado por leer sus comentarios en el periódico en el que era columnista, al grado de haberse ganado un pequeño "ascenso". De ser un empleado externo pasó a tener un contrato y prestaciones; además del sueldo que ganaba, ahora él y su familia tenían un seguro de gastos médicos, contaba con derecho a aguinaldo y a vacaciones pagadas y continuaba trabajando desde casa, lo que hacía que las rondas de su esposa por el negocio de ella y su yerno ayudaran a mantener fresca la relación.

Siempre tenían cosas nuevas que platicarse, además de que ahora Audifaz podía pasar más tiempo con Arquímedes: ir por él al jardín de niños, jugar por ratos con su hijo en la tarde, en fin... ser el padre que no pudo ser del todo con Aristóteles. Arquímedes Córcega era un niño con suerte.

— Entonces ¿Cómo está "don Temo"? — Una muchachita que atendía mesas en la cafetería principal preguntó. A pesar de que era casi de la misma edad de Temo, usaba el "don" como una forma de denotar autoridad — No creo que venga pronto por aquí ¿verdad?

Amapola se perdió momentáneamente. Aunque lo negara, se sentía bastante melancólica porque extrañaba a su hijo. La distancia estaba siendo algo complicada de sobrellevar ¿Te imaginas que de la noche a la mañana alguien con quien convivías tanto se muda a un océano de distancia? Era evidente que la dinámica había cambiado y que debía adaptarse o morir en el intento.

— Doña Amapola... — La chica sacó a la mujer de sus cavilaciones.

— Perdón. Es solo que extraño a ese par. Aristóteles me llama seguido y me cuenta que les está yendo bien, pero no es lo mismo. No es como si pudiese tomar un avión e ir a visitarlos...

— ¿Por qué no? — Nuevamente, la empleada tenía un punto.

Amapola Castañeda se quedó pensando... ¿Por qué no?

****************

Aristóteles despertó con Temo abrazándolo por la espalda, como si temiera perderlo por descuido o que se lo llevara el viento. No tenían camiseta, sino solo la parte baja del pijama; el contacto con la piel de su novio se sentía demasiado bien. Pensó en lo bien que Cuauhtémoc y él se acoplaban y en lo mucho que habían crecido juntos: las cosas que habían pasado sólo habían hecho de Aristemo una entidad más fuerte, pero también sabía que había cosas que no se estaban diciendo; podía sentirlo en la forma de ser de Temo y el constante estrés al que se encontraba sometido.

— Buenos días, Tahi — Aristóteles escuchó tras él. Temo había despertado — ¿Qué hora es?

— Son las siete, amor ¿Tienes día libre?

Genial. Aristóteles estaba poniendo el dedo en una llaga sin saberlo, pero Temo decidió que era momento de hablar con sinceridad y dejar de lado cualquier sutileza. Si no, su relación se iría sutilmente al demonio por no decirse las cosas.

— Ari... tuve que renunciar. Tengo que encontrar un trabajo rápidamente o vamos a tener problemas de dinero. — Temo se veía realmente preocupado por el tema financiero. Esto no era México y ahí en España el dinero no les sobraba. Además, tampoco es que pudiese tocar lo que sus cafeterías generaban. Se suponía que su estancia en el país no era definitiva y tenían más planes.

Por nuestro futuro || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora