Bienvenido al infierno

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Para muchos, el infierno es un lugar caluroso, lleno de piedras punzantes y demonios en cada esquina. Sin embargo, para Jimmy Cunrich, el infierno era algo mucho más cercano, más real... y mucho más humano. Su infierno consistía en cuatro paredes de color ocre que lo mantenían atrapado día y noche. El frío seco del lugar agrietaba su piel, llenando sus manos de diminutos cortes que ardían como brasas bajo su piel. Sentado en una esquina, Jimmy intentaba en vano mantener la calma, fijando la vista en uno de los cortes que comenzaba a infectarse, tiñéndose de un color extraño. Quería pensar en algo positivo, en cualquier cosa que lo alejara de su dolor, pero sus pensamientos siempre volvían a ese mismo lugar: los cortes, el frío, el aislamiento.Y no puedes culparlo. Es lo más humano que cualquiera haría en su situación: encerrado injustamente en un espacio diminuto, lleno de un hedor repugnante y con un frío que penetraba hasta los huesos, impidiendo que pudiera siquiera dormir. Pero lo peor no era el olor, ni el frío, ni las paredes opresivas. Era la soledad. Estar solo, sin nadie más, era lo que realmente lo consumía. En ese lugar, solo tienes dos opciones: volverte loco y dejarte consumir por el sufrimiento, o hacerte la maldita pregunta: ¿Cómo demonios terminé aquí?Y te aseguro que preferirás volverte loco.

Borrón y cuenta nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora