Capitulo 2

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Al llegar al despacho, Jessica estaba jadeando. Su corazón latía aceleradamente, y estaba realmente impactada; jamás había presenciado un suceso similar. Intentó explicarse lo mejor que pudo, pero no fue una tarea sencilla. Inmediatamente, tanto ella como dos auxiliares más fueron a ver qué había sucedido.

Lucy fue enviada a la enfermería, donde la enfermera Colin, una mujer mayor con casi toda una vida de experiencia en el hospital, le realizó una transfusión de sangre y le administró un fármaco llamado Benzodiazepina, que la mantuvo sedada el resto del día.

Durante el proceso, Jessica, la nueva cuidadora de Lucy, y Mougli estuvieron presentes detrás del vidrio observando. Esperaban recibir noticias sobre su estado.

Al salir, Colin les explicó que las lesiones fueron causadas por ella misma; se había desgarrado las muñecas con sus propias uñas.

Jessica no podía creer lo que escuchaba. —Eso no es posible —dijo la directora confundida—. Debía tener sus manos atadas a la cama; no es posible que se haya hecho eso sola.

Por un momento, Jessica pensó que sería mejor no mencionar que la puerta estaba abierta cuando llegó, pero decidió hacerlo por la importancia del asunto. —Cuando llegué a su habitación, vi que la puerta ya estaba abierta. Es posible que alguien la desatase —confesó.

Un breve silencio se hizo presente. —¿Deberíamos llamar a la policía? —preguntó Jessica, su voz cargada de preocupación.

—No —dijo tajantemente la directora—.

—¿Cómo está ella? —preguntó Jessica dirigiendo la mirada a Colin.

—Está bien; pronto estará consciente, y su herida sanará en unos días. Lo único que me preocupa es su estabilidad mental; es evidente que estaba desesperada por quitarse la vida.

—Entonces mejor dejémoslo así. Complicar las cosas no servirá de nada, y menos desconfiar del personal —dijo antes de regresar a su despacho.

Jessica estaba un poco confundida; realmente creía que era buena idea llamar a la policía, pero no quiso discutir. No podía hacer otra cosa que esperar a que llevaran a Lucy de nuevo a su dormitorio. Mientras tanto, fue a la entrada del centro, donde en una esquina de la sala había una máquina expendedora. Desde el mediodía no había comido nada, pero debido a lo ocurrido, su apetito era escaso. Se acercó a la máquina y la observó de arriba abajo. Generalmente, no suele haber este tipo de máquinas en los centros de salud mental. Estaba prácticamente vacía; lo único que quedaba eran unos guantes de plástico realmente caros, un paquete de tabaco y una bolsa de patatas fritas.

Una de las normas del centro era que, bajo ninguna excepción, se podía fumar dentro. Sin embargo, el centro proporcionaba la sustancia. A Jessica no le interesaban esos productos. Cuando era joven, quisó fumar un cigarrillo, pero solo le causó un dolor intenso en el pecho y una sensación extraña en la boca. Desde entonces, no tenía intención de volver a consumirlo. Aunque la comida basura tampoco era de su agrado, optó por comprarla.

Sacó una moneda de su bolsillo e introdujo por el orificio. La bolsa de patatas cayó al fondo de la máquina. Jessica se agachó para recogerla y, en ese momento, se dio cuenta de que justo al lado de la máquina había un pequeño cubo de basura con un libro dentro. Al verlo, le llamó mucho la atención por su aspecto, así que lo recogió.

Sujetando el libro con cuidado, Jessica notó que la textura de su cubierta era aterciopelada, casi como si estuviera recubierta de un manto de sombras. La tonalidad oscura del libro absorbía la luz que le llegaba, dando la impresión de que el objeto mismo emanaba una aura inquietante. No tenía peso, pero el vacío de la portada y la contraportada, completamente desprovistos de imágenes o texto, la hicieron sentir como si estuviera sosteniendo un enigma oculto. En la esquina inferior derecha de la portada, una pequeña inscripción con dos iniciales estaba grabada en relieve, casi imperceptible, como si ocultara un secreto prohibido.

Borrón y cuenta nuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora