Primer Día

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Toma mi mano.

Bajo el sol abrazador, a la temperatura perfecta para freír un huevo encima de alguna de las rocas aplanadas del camino, Min Yoongi sintió que estaba a punto de desmayarse.

Llevaba protección en brazos y piernas: unas telas de color negro, que se ceñían alrededor de sus extremidades como látex, que le habían vendido con el nombre de: "prendas de hielo" y que, supuestamente, mantenían la temperatura abajo de los 25°C.

Sin embargo, estaban en un horno.

Yoongi ni siquiera sabía el nombre del dichoso lugar, sólo sabía que era un desierto, y que hacía 38° a la sombra.

Por todos lados había arena color sepia, brillando bajo la luz amarilla y cruel del sol, que encontraba hasta los más pequeños resquicios para invadirlos. El cielo parecía un enorme lienzo de color azul desteñido (el tono no podía precisarse, porque el sol brillaba tanto que lastimaba los ojos incluso sin levantar la cabeza hacia él).

El pueblo era pequeño: las casas estaban hechas de adobe y los techos de palma, todo cubierto de la fina grava del desierto. Una que otra palmera con dátiles era la única cosa que cambiaba el paisaje de caminos amplios, sin pavimento ni señales de tránsito.

Camionetas de carga eran los automóviles que aparecían de vez en cuando por la calle principal, tan desierta como el resto del pueblo: cargaban con frutos secos y verduras de temporada, pollos y tinajas de leche de cabra.

Estaba en el final del mundo, y culpaba de todo eso a Kim Namjoon, su mejor amigo (aunque ya no estaba tan seguro de que mereciera el título).

Namjoon iba y venía de puesto en puesto, por la calle principal, observando de cerca los aromáticos manojos de cilantro, los frascos de suero de leche y las tiras de carne en conserva.

Yoongi estaba más interesado en los puestos donde se exponían desfiles de telas para cubrirse de pies a cabeza, pero su amigo, más alto y más fuerte, siempre conseguía tomarlo del brazo y arrastrarlo hacia donde él quería. Y no era como si Yoongi pudiera simplemente hablar con los comerciantes. Namjoon era su traductor.

—Agua —demandó Yoongi con la garganta seca, estirando la mano para mostrarle una necesitada palma a Namjoon. Namjoon extrajo una vasija de barro que había comprado el día anterior desde la mochila que llevaba en la espalda y se la dio, sin prestarle mucha atención. Yoongi arrancó el corcho de goma y apuró el contenido desesperadamente.

—Vamos, no llevamos fuera del hostal ni una hora y ya te terminaste el agua —Namjoon lo miró finalmente, con curiosidad y paciencia.

—Estas son las peores vacaciones de toda mi vida —musitó el de menor estatura, con un hilo de voz enfadada.

—¿No dijiste que querías olvidarte del mundo? —le recordó Namjoon, echando a reír.

—No esperaba que de hecho encontraras un sitio tan apartado de la civilización. —se quejó Yoongi, muy enojado pero incapaz de demostrarlo, debido tal vez al agotamiento y la deshidratación.

—No está tan apartado... —Namjoon hizo un ademán con la muñeca para restarle importancia, mientras sus ojos ya estaban divagando hacia sus alrededores. Las voces de los comerciantes capturaban su atención.

—Para llegar aquí hicimos dos días por terracería en una camioneta llena de puerquitos —acusó Yoongi, sintiendo tedio tan sólo de pensar que el regreso sería igual. Sin embargo, Namjoon le sonrió al recuerdo.

—¿No eran adorables?

Yoongi puso los ojos en blanco y le dio la espalda, considerando que, si se enojaba, en serio se iba a desmayar por el aumento de temperatura que aquello le provocaría.

Cinco Días [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora