Tercer Día

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Ilusionista

Para Namjoon había sido fácil diagnosticarlo: “insolación”, “paranoia”, “deshidratación” y, lo mejor de todo: “drogas”.

—El tal Park Jimin le puso algo a lo que te bebiste, ingenuo —casi no se aguanta la risa, y casi molesta demasiado a Yoongi—. En ambas ocasiones te dio de beber, y dices que él no bebió nada…

—No lo sé, no creo —contestó Yoongi inmediatamente, aunque tras decirlo se sintió un poco ridículo, ya que lo acababa de afirmar con todo el corazón.

—¿Por qué no? —le preguntó Namjoon, dedicándole toda su atención. Era inusual, puesto que normalmente se enfrascaba en más de dos cosas al mismo tiempo, y cuando charlaban siempre tenía algo que hacer en las manos. Yoongi sintió una picazón psicosomática.

—No sé… Es que… No le veo el perfil de traficante de drogas —contestó algo bastante inofensivo, rascándose el puente de la nariz con la yema del anular derecho. Sabía que en su cerebro la respuesta verdadera (“es demasiado bonito para estar metido en eso”) sonaba exageradamente infantil. O más bien, estúpida.

—Bueno, ¿y cómo me vas a explicar el hecho de que de pronto apareciste en medio de un oasis que desapareció con todo y Jimin?

Yoongi guardó silencio.

Namjoon se estaba quedando sin ideas, y estaba desesperado por hacer entender a su amigo y por llegar al fondo de todo eso, para que ambos pudieran volver a explorar la ciudad y para que Yoongi dejara de lucir como si hubiera visto a un fantasma.

—Quiero verlo —decidió Namjoon, parándose de la silla en la que había estado tan cómodo. Yoongi levantó hacia él la vista, en un gesto totalmente indefenso y confundido—. Anda, ponte los zapatos.

—¡N-no…!

Namjoon se detuvo y lo miró, con media sonrisa (tal vez de incredulidad). Yoongi también se puso de pie, pero con la clara intención de bloquearle el paso.

—¿Por qué te pones así?

—No hay que ir —le dijo un desesperado Yoongi. Namjoon no pudo contener la risa.

—No te entiendo, ¿por qué no? Te lo inventaste —Namjoon lo señaló con un acusador índice, le regaló una condescendiente sonrisita—. Te lo inventaste todo, ¿verdad?

—¿Qué…? Claro que no —las mejillas de Yoongi ardieron—. ¿Para qué iba a hacer eso?

—Para que me preocupara por tu salud mental y volviéramos a Corea —la sonrisa de Namjoon se ensanchó, juguetonamente.

Yoongi sabía que todo parecía indicar eso. O, de cualquier otro modo, la historia de Yoongi parecía falsa, se mirara por donde se mirara; la confirmación de la falsedad parecía ser la insistencia por no ir y no buscar a Park Jimin entre los dos.

Pero Yoongi no quería que Namjoon viera a Park Jimin.

¿Por qué…? Bueno…

…No estaba seguro de eso.

—Piensa lo que quieras. Olvídalo —Yoongi se sentó en la silla, obstinadamente, y Namjoon pareció satisfecho.

Namjoon no paró de bromear sobre eso en todo el día, no obstante, pues estaba seguro de que Yoongi se había inventado la historia más ingenua de todas las mentiras que jamás le había escuchado decir (y, ¡ah, cuántas veces Namjoon lo había escuchado mentir durante todos los años que llevaban de conocerse!).

Pero para cuando se metió el sol y Namjoon se cansó de buscar un sitio para comer, regresaron al hostal y engulleron la cena que la anfitriona les preparó, a base de queso de cabra, pan sin levadura y una copita de una bebida fermentada a base de dátiles. Para las diez, Namjoon dormía a pierna suelta sobre su colchón, roncando tan alto que a Yoongi ni siquiera le costó trabajo darse cuenta del momento en que se perdió en los brazos de Morfeo.

Cinco Días [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora