Capítulo 3

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Abrí los ojos sintiéndome sofocada. Lleve una mano hacia mi garganta, intentando pasar aire. Me incorporo abrazando mis piernas, mientras intento ralentizar mi respiración. Mis ojos se acostumbran a la falta de luz e inspeccionan cada rincón en la habitación. Cada cosa esta en su lugar, absolutamente nada se ha movido. Lo único que no esta en orden soy yo.

La brisa helada recorre mi alrededor aún cuando la ventana está cerrada.

Patee la sabana y salte hasta quedar de pie. Es cuando la sensación de ser golpeada con un martillo cubre mi cabeza provocándome un terrible tambaleo, donde debo mantenerme quieta o solo provocare que empeore.

Llevo así los últimos días, aunque solo paso una semana, no fue diferente de cómo me sentí en un principio.

Lo sé, debería parar de contar los días.

El reloj marca las 6:47 a.m.

No estoy bien.

Sintiendo a través de mis desnudos pies el frío suelo, camine hacia la ventana.

Un hombre con ropa deportiva gris pasa trotando. Detrás, tratando de seguirle el paso, otro más joven. Me enfoco en sus figuras hasta que parece otra. No consigo verle bien, el holgado buzo trae una capucha que me impide ver su rostro. La figura acomoda más la capucha y sigue caminando. Hasta que también se aleja, me inclino tratando de seguir su dirección pero solo conseguí golpear mi frente contra el vidrio de la ventana.

Tras escuchar la noticia, me derrumbé en el suelo. A mí alrededor todo estaba en movimiento pero yo me quede quieta. Supongo que M me llevo a mi habitación en algún momento. Escuchaba voces provenientes de la planta baja. Y con la necesidad de enfocarme en algo, observe aquel objeto sin mucho interés, así quizás evitando lo que sea que podría suceder si dejaba de mirar aquel objeto.

Levanto el vestido que patee junto con las sabanas. Me tomo el tiempo para colocármelo, lucho unos minutos con el cierre hasta que logro subirlo. Me paro frente al espejo inspeccionando mi aspecto, es ajustado hasta la cintura, donde cae con ligereza hasta mis rodillas. Delgados tirantes que tapo dejando mi cabello suelto.

En la cocina, preparando el desayuno, se voltea justo cuando entro. Hace un gesto con la cabeza hacia la mesa. Y es todo lo que necesito saber para sentarme en la mesa, aunque no quiera comer. Aunque no quiera hablar con nadie.

Cada vez que preguntan, la respuesta es automática: "Estoy bien". Escuchar la monotonía en mis propias palabras, en un intento vano de sonar firme.

Sin decir nada, cosa que agradezco, camina fuera de la cocina. Es el momento que pasa por mi lado que siento una mano sobre mi hombro. Me mordí el labio, muy fuerte para evitar gritar. Porque aquel gesto que pretendía reconfortar, sabia más a lástima.

Pensó de muchas formar en algo que decir, sin embargo opto por la mejor, se mantuvo en silencio. Me abrace a mi misma y observe por la ventana todo el trayecto, me acomode de tal forma que no pudiera ver mi rostro.

Entonces recordé lo que una vez me dijo de pequeña: "Los ojos podían decir cosas que el lenguaje corporal no. Todo tipo de sentimientos no intencionalmente transmitidos"

Me da el espacio que necesito diciendo que esperara en el auto. Camino sosteniendo entre mis dedos un crisantemo violeta. Sintiendo la ráfaga helada, frote las manos en mis brazos pero mis manos estaban aun más heladas por lo que solo me trasmitió más frío. Detuve mis pasos frente a su lápida.

Me resultaba poco creíble que ahora no lo volvería a ver. Quizá sea ese el motivo por el cual aún no he derramado ni una sola lágrima. Sigo reprimiendo todo.

Promesas o DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora