Capitulo 10- final

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MIRIAM señaló con el dedo una de las líneas que había en los dibujos, requiriendo la atención del joven ingeniero. Este frunció el ceño y, poco a poco, pareció entender lo que Miriam le estaba explicando.

—Creo que ya lo tengo, señor. Eso es lo que no pude visualizar antes... justo eso.

—Bueno, veamos hasta cuándo puedes desenvolverte con estas explicaciones, Roi. La próxima semana, cuéntame cómo te va.

—Gracias por recibirme en fin de semana, señor —dijo el joven, recogiendo los dibujos y poniéndose de pie.

—Me alegro de que hayas venido. Una vez que Cepeda se haga cargo de su puesto, todo será más fácil durante la semana, pero justo ahora es el único tiempo libre que tengo. Si no te importa, no te acompañaré a la puerta. Ha sido un día muy largo...

Efectivamente, así había sido. Miriam se estiró en el sofá y puso la pierna en alto. La boda, aquel problema de ingeniería, Luis Cepeda, Ana...

Al escuchar que la puerta principal se cerraba, levantó la voz para llamar a Ana.

— ¿Ana?

Tenía que hacer las paces con ella. No tenía ningún derecho a haberle hablado de aquella manera sobre Luis Cepeda. Pero ella no lo había negado...

Pero, ¿en realidad había esperado que se defendiera? Ana tenía demasiada clase como para enzarzarse con ella en una discusión delante de uno de sus empleados. En realidad, tenía mucha más clase que ella, porque si no Miriam no hubiera sacado el tema. Si, efectivamente tenía que hacer las paces con ella. Oyó al mayordomo moverse por el vestíbulo.

—Marcos, ¿quiere pedirle a Ana que venga aquí?

—Me temo que eso no es posible, señora. Se marchó hace aproximadamente una hora.

— ¿Hace una hora? —preguntó Miriam, mirando el reloj—. ¿Tanto tiempo he estado en esa reunión? ¿Y dónde iba a estas horas de la noche?

—No me lo dijo, señora. Y me parece que no tiene intención de volver, porque se llevó una maleta —explicó Marcos. Miriam se puso de pie enseguida. No podía haberle hecho aquello—. Su bastón, señora.

De repente, Miriam se dio cuenta de que había paseado por la habitación sin el bastón y no se había dado cuenta de ello. Le dolía la pierna, pero no tanto como unas horas antes. Tenían un trato. Ella tenía que quedarse hasta que se encontrara mejor. Evidentemente, había creído que así era, al verla andar más o menos sin ayuda. Pero marcharse sin decir adiós, sin darle una explicación...

Tal vez creía que le había explicado todo lo que le tenía que explicar. ¿Qué había sido lo último que le había dicho? Le había recriminado lo atraída que se sentía por Luis Cepeda. Y ella le había dicho que era maravilloso que lo entendiera.

Aquella era la respuesta. Su instinto había estado en lo cierto y, si aquello era lo que ella sentía por Luis Cepeda, era mejor que se hubiera marchado. Si ella no deseaba estar aqui, Miriam tampoco deseaba estar con ella. «Sí que deseo estar con ella. Lo deseo más que nada de lo que haya deseado antes».

¿De dónde había venido aquel pensamiento? Miriam sacudió la cabeza, confusa. Siempre había tenido tantas mujeres alrededor que se sentían atraídas por ella que nunca se había preocupado de mirar a las que no lo estaban. ¿Cómo podría estar pendiente de una mujer que ni siquiera se preocupaba de lo que pensara ni de lo que quería? La idea era ridícula.

Tal vez solo se sentía algo disgustada porque no había sido quien había terminado con su relación. Ana la había dejado, en vez de ser al revés. Una vez había dicho algo sobre no pedirle a las mujeres que se mudaran a vivir con ella por lo difícil que le resultaba luego pedirles que se marcharan. Ana le había solucionado aquel problema. Sin embargo, no estaba dispuesto a sentirse agradecida por ello, porque no había querido que se marchara.

Novia de alquiler - Wariam-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora