Capitulo 6

482 19 0
                                    

Cuando Ana entró en el salón el sábado por la mañana, estaba repasando los argumentos que le demostrarían a Miriam que era mejor que no asistiera a la fiesta de Amaia.

Sin embargo, lo que esperaba en realidad era que se hubiera quedado dormida, para que ella pudiera escaparse sin problemas, ya que sabía que iba a ser muy difícil hacerla cambiar de opinión.

Entró de puntillas en la habitación, pero Miriam la oyó y levantó la cabeza con una sonrisa.

—Eres justo la persona que he estado esperando. Dado que no me puedo alcanzar el pie, necesito que mi Princesa me ayude a ponerme el zapato de cristal —dijo.

Ana miró la zapatilla de deportes que él tenía en la mano. No era precisamente pequeña ni delicada.

—Como payasada no está mal —replicó ella, ayudándole a ponerse la zapatilla—. El próximo Halloween, podrías ir a la fiesta con un vestido de baile de satén blanco, para que te combine con la zapatilla...

—Estás de broma.

— ¡Ah! Entiendo —replicó Ana—. No me había parado a pensar que no te gustaban los trajes de satén blanco. Pensé que solo era el hecho de que una mujer fuera vestida con un traje largo de satén lo que te hacía salir corriendo en dirección opuesta.

—Si voy a la fiesta, es decir, en el caso de que vuelva a haber una fiesta de Halloween, no iré vestido de satén. Me vestiré con una escayola de la cabeza a los pies para, si ocurre algo, estar preparado.

—Eso lo dices por mí. ¿Y quién te dice que yo voy a estar allí? Para entonces, con tu agitado estilo de vida, incluso podrías haberte reconciliado con Mireya —concluyó ella, apretándole demasiado el cordón.

—Tal vez —replicó, alegremente—. Si no te importa aflojarme un poco el cordón, Ana... Es solo para que la sangre me pueda volver a llegar a los dedos de los pies.

— ¿Es que quieres que se te desate? ¿Y si te tropezaras con un cordón medio suelto y te hicieras daño en la otra rodilla?

—Qué considerada eres al preocuparte tanto por mí.

—Nunca dejarías de echarme la culpa. Probablemente tendría que servirte hasta la siguiente década.

Ella no respondió a aquello.

—Aunque estén un poco sueltos, serán mejor calzado que los zapatos que llevaba ayer. Espero que pueda guardar el equilibrio mejor e incluso apoyar un poco de peso en la pierna.

Con aquellas palabras, se iba la excusa número uno de Ana, es decir, que el suelo de su piso estaba decorado con baldosines de cerámica y se podría resbalar. Sin embargo, no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente.

—Creo que, teniendo en cuenta que la rodilla se te hinchó un poco después de salir, sería mejor que te quedaras en casa, la tuvieras levantada e hicieras que Marcos te trajera bolsas con hielo.

—Marcos no tiene el mismo toque con las bolsas de hielo que tú —replicó, intentando agarrar sus muletas.

—Probablemente no se siente tan tentado como yo de tirarte una a la cabeza.

—Eso es cierto, pero, a pesar de todo, no esperarás que me quede aquí tumbada todo el día, entre estas cuatro paredes.

—Admito que no son las paredes más atractivas del mundo, pero, si no las puedes soportar, ¿por qué compraste esta casa?

—Porque me enamoré del desván. Casi ni miré el resto de la casa. Además, no había previsto que iba a estar recluida en un sofá durante semanas.

Novia de alquiler - Wariam-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora