Narra Aitana
- Tú debes ser Aitana, ¡pasa, te estaba esperando!- me abre la puerta una chica alta, morena y con acento canario – Yo soy Ana – se presenta antes de darme un abrazo.
La acción me toma por sorpresa, nunca he sido muy de mostrar mis emociones, al menos no en público, por lo que tardo uno segundos en devolverle el abrazo.
Ana se dedica a mostrarme el piso, su habitación, la cocina, el pequeño lugar con un sofá y una tele, el baño y, finalmente, mi habitación.
Me encuentro parada en el medio de mi nueva habitación. Una pequeña cama pegada a una pared, una mesilla de luz a su lado y un armario adornan el espacio. Me encuentro paralizada con mi maleta y mi guitarra. Mudarme a Madrid siempre ha sido un sueño mío, claro que a las personas como yo, poco se le cumplen los sueños. Por eso, parada aquí, en esta nueva habitación, en este nuevo piso que comparto con una persona que no conozco, todo parece demasiado.
Salgo de mi habitación para dirigirme hacia la cocina, en la que me encuentro a mi compañera de piso hablando con alguien por teléfono.
- Claro, pero como no traigas tortilla, puedes irte por donde has venido. – dice la canaria antes de dejar su móvil para dirigir su atención a mí.
- Disculpa... - planeaba decirle a Ana que me iba a hacer las compras. Ya habíamos hablado un par de veces antes de conocernos para planear cómo sería dividirnos las compras y los gastos.
- Aitana, debes estar muerta de hambre, escucha. – me dice poniendo sus manos en mis hombros – vendrán unos amigos a comer aquí en unos minutos, ¿te apetece unirte? – me pregunta
La verdad era que no, que no me apetecía. A ver, Ana me caía bien pero... siempre fui un poco tímida. No os confundáis, tengo muchísimo carácter, solo que me gusta estar sola. O al menos de eso me he convencido a lo largo de todos estos años de soledad.
- No me gustaría molestar, de verdad... - trato de zafarme de la situación como puedo pero Ana no me lo pone fácil
- ¡No digas tonterías! Te pondré un plato en la mesa, así comes algo y conoces a Roi y Cepeda
Roi y Cepeda. Tendré que sentarme a sonreír y charlar con dos... bueno tres personas que no conozco. La ansiedad me está desbordando en estos momentos y hasta dudo de mi decisión de haberme mudado a la capital. Aunque, al decir verdad, no tenía muchas opciones.
Después de una ducha y de cambiarme de ropa, optando por uno de mis jerséis, dos tallas más grande y unos vaqueros que me regaló mi abuela hace ya varios años, escucho el timbre.
- Al fin llegáis, que Aiti y yo estábamos por salir a comer solas y dejaros plantados – escucho a Ana y no puedo evitar sorprenderme ante aquel apodo que utilizó. Me recuerda a mi abuela.
Salgo de mi habitación para encontrarme a dos tíos ya sentados en la mesa en frente de la cocina y a una Ana a punto de sentarse con una tortilla en mano.
- ¡Aiti! Ven que te presento. – dice mientras deja la tortilla sobre la mesa y los dos chicos se paran tras ella.
- Roi, Cepeda, ella es Aitana, mi nueva compañera de piso – dice y yo solo me limito a esbozar una pequeña sonrisa – encantada – digo
- Un placer, Aitana – dice el de camisa colorida – lamento que tengas que compartir piso con esta loca – dice señalando a su amiga y esta le responde dándole un golpe en el brazo
- Es broma, le encanta molestarme – dice Ana
Mientras tanto veo como el otro chico se mantiene al margen con sus manos en los bolsillos de sus vaqueros, mirándome.
- Lo siento, -- dice, cuando se da cuenta que no ha hablado todavía—Cepeda, encantado
Lo miro con detenimiento y no puedo evitar perderme en su mirada. Sus ojos marrones tienen algo que logra llamar mi atención, parecen rudos y distantes, pero al mismo tiempo hay algo en él que transmite tranquilidad.
- Bueno, basta de presentaciones. Hora de comer – interrumpe mi compañera de piso
Me siento al lado de Ana, en frente mío está Cepeda y Roi a su lado. Al comer mi primer pedazo de tortilla, no puedo evitar hacer un pequeño ruido de placer que por suerte pasa desapercibido. Y es que hace mucho tiempo que no comía algo tan espectacular.
Al levantar mi mirada me doy cuenta que mi gesto ha pasado desapercibido para la canaria y el que está en frente suyo, pero no para el misterioso chico que me mira divertido con esos ojos marrones.
- ¿te gusta? – me pregunta
- La verdad es que está espectacular – digo
- La hizo Luis – dice Ana – es de las pocas cosas que se le dan bien – ríe
- ¿quién es Luis? – pregunto
Los tres amigos se ríen y yo quedo confundida
- Yo soy Luis – dice Cepeda – Luis Cepeda
- Pues, está muy rica, Luis Cepeda – le digo antes de comerme el resto mientras que Luis ríe
- Pues muchas gracias, Aitana
Sonrío involuntariamente. Me doy cuenta que he sonreído más desde que llegué aquí que en los pasados diez años. Y puede que sea algo bonito, algo distinto. Pero, a su vez, me asusta.
Narra Luis
Terminamos de comer y después de ofrecerse a fregar los platos y su propuesta es rechazada por Ana, Aitana desaparece por la puerta de su habitación.
No sé exactamente qué es, pero algo en ella despierta curiosidad en mí. Me gustaría conocerla, saber de dónde viene, porque su acento catalán no se me ha pasado por desapercibido, qué hace en Madrid y qué le gusta hacer. Me gustaría saber más que solo su nombre. Por eso, aprovechando que mis amigos están distraídos picándose, camino hasta su puerta y golpeo esta con mis nudillos.
- Pasa – escucho desde el interior de la habitación
Al abrir me encuentro a Aitana sentada en su cama con su móvil. Si soy sincero, pensé que tendría el último iphone como todas las tías de hoy en día, pero me sorprendo al ver entre sus manos un móvil tan viejo que ni yo mismo reconozco el modelo. Parado en frente suyo, en su habitación, caigo en la cuenta de que tengo que haber venido aquí con alguna excusa, pero la verdad es que no tengo ninguna.
- Ha sobrado tortilla, la dejo en la nevera para que la disfrutéis – digo lo primero que aparece en mi cabeza
- Gracias, Luis – dice dejando su móvil de lado y mirándome.
- Te ha gustado mi nombre – digo, notando como no me llama por mi apellido como el resto de mis amigos
Aitana sonríe, tímida mientras mis ojos exploran su habitación y reparan en una guitarra en una esquina de la misma.
- ¿tocas? – pregunto
Noto cómo de su cara se borra la sonrisa que tenía y se queda en silencio unos segundos antes de responder
- No, solo que... no lo sé, me la regalaron hace tiempo pero nunca aprendí – noto como me mira, esperando que me crea sus palabras, pero algo en sus ojos me dice que no me está contando la verdad.
Esta vez me limito a asentir. No quiero entrometerme demasiado, apenas nos conocemos y no me gustaría que piense que estoy invadiendo su espacio ni que soy un pesado.
- Bueno, yo ya me iba
- Adiós, Luis – dice clavando su mirada en la mía – gracias por tu tortilla
Sonrío al escucharla, tiene una voz tan de... niña.
- Cuando quieras te cocino otra, Aitana – le digo, sincero.
Y es que siento que cualquier persona que la mire a los ojos sería incapaz de negarle algo. Como si tuviera un imán, imposible de resistirse, imposible de negarse. Me imagino que sus padres rara vez se pueden negar a los que esta niña con flequillo pide.
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El Silencio Dijo Sí
FanfictionAitana llega a Madrid sola, perdida, y con un pasado que quiere dejar atrás. Allí compartirá piso con Ana Guerra, quien le presentará a un chico que cambiará la forma en que ve la vida.