Capítulo 8: No me sueltes I

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Narra Luis

- Sabes que es muy difícil – le digo a David, el productor para el que trabajo.

- Cepeda, sí, sé que es difícil. Pero no puedo esperar toda la vida para que te inspires – me dice y yo suspiro. Lo único que quiero en este momento es que esta reunión termine. – sé que eres un gran compositor y por eso te concedo el tiempo que necesites pero no puedo esperar para siempre. Necesito por lo menos un par de ideas, ni siquiera te pido canciones terminadas

- Ya. Te prometo que las tendrás – le digo

- Así me gusta

Cuando termina la reunión me voy a casa de Roi que he quedado con él para comer.

- Se me había olvidado lo pésimo que eres para la cocina, tío – le digo mientras como un intento de pulpo a la gallega

- Cállate, hice lo mejor que pude

Me río de mi amigo y, a pesar de mis críticas, me termino el plato.

- ¿qué tal la reunión? – me pregunta

- Una mierda, es imposible escribir nada si no tengo en qué inspirarme, sabes que no puedo escribir mentiras, necesito verdades

- Estoy seguro que algo te saldrá, ya verás – me anima ¿y Aitana?

- ¿por qué preguntas? – digo

- Ana me dijo que parece que ambos se están evitando

- Yo no estoy evitando a nadie

- Anda, cuéntame

- No lo sé, Roi – le digo frustrado – siento que no puedo alcanzarla

- ¿en qué sentido?

- En el sentido más literal de la palabra. No puedo alcanzarla. Está allí y parece que la tengo cerca pero en realidad nos separa un abismo. La rodean todos estos secretos y no puedo hacer nada para cambiarlo.

- Qué putada tío – me dice mi amigo

- Ya

Narra Aitana

- Nico, eres gilipollas – le digo

- Tú di lo que quieras, esa cara yo la conozco. Yo ponía esa misma cara cuando empezaba a conocer a Miguel y pensaba en él

- Que no estoy pillada por nadie – le digo mientras le sirvo un roncola a una mujer

- Si es por miedo a que te lo quite, no temas, yo estoy muy enamorado de mi novio – me vacila

- Idiota

Y es que por más que estuviera evitando a Luis, lo que no podía evitar era la cara de idiota que se me ponía cuando pensaba en él.

Vuelvo a casa caminando y me paro en seco cuando diviso desde lejos la puerta de mi casa. Lo veo. Está allí parado en la puerta. Por un segundo temo que Ana esté dentro y este imbécil decida hacer algo estúpido, pero luego me tranquilizo al recordar que Ana dormía en lo de una amiga suya esta noche.

Me quedo observándolo desde una distancia prudente cuando por fin veo que se larga en otra dirección. Pero yo ya no me atrevo a entrar. No me siento segura y comienzo a correr hacia la dirección opuesta a la que él ha tomado. Por un momento no sé a dónde ir. Eso es hasta que recuerdo la única dirección que tengo dentro de mi móvil.

Narra Luis

Escucho como alguien golpea mi puerta frenéticamente y me despierto enseguida. Son las dos y media de la mañana, ¿quién cojones es?

Voy a la puerta en solo mis calzoncillos y cuando abro me encuentro algo que definitivamente no esperaba.

- ¿Aitana? – la veo parada en mi puerta, con los brazos cruzados y su mirada está como perdida

- L-Lo siento – dice

- ¿Qué pasa? – pregunto pero no obtengo respuesta. Sigue allí clavada y mirando a algún punto perdido por encima de mi hombro – Ven, pasa – le digo y me hago a un lado para que pueda pasar

Entra despacio y yo cierro la puerta y me dirijo hacia el sofá para sentarme a hablar con ella pero al darme la vuelta me doy cuenta que sigue en la entrada.

- Aitana – intento pero no se mueve

Voy hasta su posición y poso mis manos sobre sus brazos para sacudirla un poco

- Ey, ¿estás ahí? – le pregunto agachándome un poco para estar a su altura

Por primera vez desde que llegó me mira a los ojos y lo único que transmiten en este momento es miedo. Mucho miedo.

- Vamos, siéntate – le digo guiándola hacia el sofá, en el que finalmente se sienta. Antes de tomar asiento a su lado cojo una básica y me la pongo. No quiero que esté incómoda.

- Me estás asustando – le digo una vez que estoy a su lado. Ella solo está allí, quieta, sin emitir sonido. – Aitana, por favor ¿qué coño está pasando?

Noto como su pierna se mueve a un ritmo acelerado y comienzo a preocuparme. No sé si vio un puto fantasma, está en estado de shock o que mierda le pasa pero me estoy preocupando.

- Me ha encontrado – me sorprende diciendo, su voz parece rota, apagada

- ¿Quién te ha encontrado? – le pregunto y ella levanta su cabeza para mirarme a los ojos

Narra Aitana

Al mirarlo me doy cuenta de la gilipollez que estoy haciendo. No puedo contarle qué pasa, no puedo meterlo en mis problemas, no puedo, no a él.

- ¿Aitana? – dice

- Pe-perdona, no sé qué hago aquí – miento y me levanto rápido del sofá pero el tacto de su mano sobre mi muñeca me obliga a detenerme

- No te vas a ir – me dice parado enfrente de mí

- Luis...

- Mira, Aitana. Estoy hasta la polla, o empiezas a hablar o empiezas a hablar, tú eliges – nunca lo había escuchado usar ese tono conmigo y no se lo voy a permitir tampoco

- Tú no me hablas así a mí. – sentencio

- No me dejas opción, joder. ¿No entiendes que me preocupo? ¿no lo puedes entender? Las marcas de tu piel, las cosas que dijiste en tus pesadillas cuando tuviste fiebre, y ahora apareces a las dos y media de la madrugada en mi puerta, como si hubieras visto un espíritu o algo ¿y pretendes huir de nuevo?

- No debería haber venido, tienes razón – digo y me decido a salir por esa puerta pero Luis me detiene, de nuevo agarrándome la muñeca

- Suéltame – estoy teniendo un dejavú.

- No

- Suéltame – repito

- Dime qué pasa

Comienzo a forcejear tratando de librarme de su agarre pero su fuerza comparada con la mía es demasiada. Y hasta me doy cuenta que no está poniendo todo de sí para retenerme porque seguro me haría daño de ser así.

- Déjame, Luis – digo pegándole con mi mano libre en el pecho, sé que no le hace daño pero estoy llegando a mi límite de paciencia y todo se me está acumulado. La ira, el miedo, la desesperación.

- Para – me dice, tranquilo pero yo continuo pegándole y rogándole que me deje ir

- Por favor – le suplico

Noto como mi forcejeo cesa a medida que mis manos se cansan y mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Mierda.

El Silencio Dijo SíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora