Capítulo 1: Bienvenida

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Elsa

Esa caja. Esa caja negra forrada con cuero artificial guardaba tantos secretos y recuerdos, momentos que marcaron mi vida para siempre, fotos de personas que alguna vez verdaderamente amé con todo mi corazón, seres humanos por lo que estaba dispuesta a dar mi propia vida si fuese necesario.

Su rostro, su hermoso rostro. Aún recuerdo su piel blanca siendo rozaba por las yemas de mis dedos, su risa, su llanto, su voz, su cabello castaño, todo, absolutamente todo recordaba. Pero ya no está, se ha ido, nunca más veré su cuerpo corriendo persiguiendo mariposas, pero era aún más doloroso no saber donde estaba, habían pasado tantos años de aquello que había perdido todo rastro de búsqueda, después de tantos años se había resignado. No volvería nunca.

Ese par de ancianos que me ensañaron tantas lecciones en la vida, que habían inculcado los valores familiares, no estaban, y no volverían. Todo por el capricho de una sola persona lo había perdido todo, por el rencor, la arrogancia y el egoísmo de un hombre que no me pudo tener, o más bien, que no quise estar con él. Todo esto mientras aún era una niña, una que veía las bellezas de la vida, con sólo 19 años había experimentado tantos buenos momentos, cuanto quisiera devolver el tiempo para solo verla a ella una vez más.

Además de mis dolorosos recuerdos también los había buenos, fotos de mis días de libertad en los que no tenía que usar está horrible y anticuada ropa, ni tener que rezar cada cuarenta minutos, ni dirigir esta cárcel de enfermos sociales. Por una época muy corta fui feliz, claro que ahora también tengo mis buenos momentos, especialmente cuando Michael anuncia su visita. También guardaba mis problemas económicos, asuntos sin responder y dinero sin pagar, los cheques con grandes cantidades de dinero se asomaban recordándome la soga que tenía en el cuello, soga que en cualquier momento podía romper mi cuello y asesinarme, pero eso me tenia sin cuidado porque estas personas ya no estaban. Yo me había encargado de eso.

Michael también tenía sus historias en esta caja, mi sub-director podía decir que tenía una vida muy activa para ser un Monseñor, especialmente con niños, eran sus favoritos. Fotos de personas desnudas, golpeadas, violadas me recordaban la fragilidad de nuestras vidas, habíamos construido un imperio a costa del dolor y las lagrimas de otros pero no sentía remordimiento, muy al contrarío me sentía satisfecha porque esas personas eran tan culpables como yo o Michael. Todos pararán el dolor que sentí o que aún sigo sintiendo.

Ya había revuelto mis demonios por hoy, así que guardé todas esas fotos y papeles de vuelta a la caja y la cerré con su llave, por muchos años han existido esas imágenes y han sido guardadas detrás de la gran pintura de misma que adornaba mi oficina, si algo le pasaba o caía en las manos incorrectas todo se habrá acabado. Esa majestuosa pintura de cuerpo completo pintada con oleo reflejaban poder, uno que había ganado durante años y que iba a defender a toda costa, a decir verdad ese cuadro era lo que le daba el toque de lujo a esta habitación, no era que ya no lo fuera, por supuesto que había dinero invertido aquí, se notaba en el escritorio de madera de roble y en la biblioteca llena de libros que nunca en mi vida me he dignado a leer, el barniz le daba un brillo elegante y clásico. La chimenea de mármol situada atrás de mi escritorio y de mi asiento por otro lado le daba un toque hogareño, en los días y noches frías me da la sensación artificial de estar en casa, pero se sentía muy real, todo esto lo complementaba el piso de mármol blanco y su alfombra.

Con esa caja de recuerdos ya resguardada me tenía que ocuparme de mis asuntos, la mujer de había llegado ayer aún seguía encerrada en su habitación, una que yo especialmente había elegido para ella para que pensara en lo que había hecho, retarme era un acto criminal al menos aquí.

Llegue a su habitación y ahí estaba, sentada en el piso con esa bata blanca y su cabello desgreñado cubriendo su cabello, la oscuridad en esta habitación la hacía sentir sin vida y sin esperanzas. El llanto silencioso era el único sonido que había y para ser sincera ya me estaba disgustando, me acerque a ella y tome su rostro en mis manos para verlo, sus mejillas rojas y su labio roto fue lo primero en asomarse pero sus ojos llenos de lagrimas demostraban la muerte espiritual, la desesperanza y el sufrimiento.

Danza de una sociedad perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora