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Hoseok alzó la vista desde donde limpiaba la barra, descubriendo a otro par de bastardos borrachos que causaban problemas en el bar en el que trabajaba. Sacudió su cabeza cuando vio a los dos hombres sacarse la mierda a golpes el uno al otro y se preguntó cuándo aprendería esta gente de una vez.

Si los borrachos pudieran verse a sí mismos, probablemente sacudirían sus cabezas justo como Hoseok lo hacía ahora mismo.

Lanzando el trapo, Hoseok salió de detrás de la barra y caminó hasta los dos borrachos que se peleaban. Los agarró por el cuello de sus gastadas camisetas, los arrastró a la puerta principal, y los botó sobre sus lamentables y bebidos culos.

Emitieron una pequeña protesta por ser echados a patadas del bar, pero sabían que era mejor no enfrentarse a Hoseok. No era un hombre pequeño sin importar la extensión de la imaginación. Cualquiera con su mente lúcida se alejaría de él, pero la mayor parte de los borrachos no tenían sus mentes lúcidas. Tenían abundancia de coraje líquido, pero no podían coordinar sus embriagadas mentes con sus puños.

Gruñendo, Hoseok volvió a limpiar la barra del bar.

Todos aquí deberían saber ya que Hoseok no tenía sentido del humor. También deberían saber que no conocía el significado de la palabra amistad y que le importaba una mierda lo que cualquiera pensara de él.

Cinco años en prisión le hacían eso a un hombre. La ira todavía se elevaba, como la bilis en su garganta, cuando recordaba cómo había sido encerrado. Todas las pruebas lo habían señalado como la persona que había robado aquella licorería. Hoseok no había estado ni cerca de aquella maldita tienda, pero de todas maneras fue condenado por el crimen.

Durante cinco largos años se había vuelto loco en prisión, su oso pardo incapaz de vagar libre. La mayor parte de la condena la pasó en aislamiento porque su cuerpo no podía manejar tener que refrenar el cambio.

Hoseok se metía deliberadamente en problemas sólo para que lo arrojaran al hoyo. Al menos allí, sin nadie alrededor, podía cambiar durante un rato. Aunque, no pudiera correr ya que su enorme cuerpo pardo de cuatrocientos diez kilos ocupaba la diminuta celda y no le dejaba espacio ni para moverse, el cambio apaciguaba a su oso por un rato.

Y la gente todavía se preguntaba por qué era poco amistoso y frío.

Hoseok trabajaba en un bar, rodeado únicamente por humanos. Desde que salió de prisión, no se había topado con nadie de su clase.

Kyungsoo le había dado ese trabajo, cuando nadie más lo miraba siquiera. No era el trabajo perfecto y tratar con todos estos bastardos borrachos le provocaba malditos dolores de cabeza, pero le permitía mantener su pequeño apartamento. Comía allí mismo. Kyungsoo había abierto una pequeña cocina con un menú aún más pequeño, pero dejaba que Hoseok comiera gratis.

Lo triste era que Hoseok se temía que esto sería todo lo que obtendría en la vida. Su peor temor, era terminar viviendo detrás de una barra cada noche de su vida. Soñaba con vagar libre, con volver a aquellos días en los que no se preocupaba demasiado por nada. Pero, en prisión, se había convertido en un intransigente realista. Tuvo que convertirse en un miembro productivo de la sociedad, sin importar cuánto odiara su trabajo.

Siendo un cambiaformas oso pardo, alcanzaba los dos metros de altura y los ciento cuarenta kilos de peso en su forma humana. En su forma de oso pesaba cuatrocientos diez kilos y medía dos con setenta metros. Era un malhumorado hijo de puta y no le importaba quién desaprobara su forma de ser. kyungsoo lo contrató porque el anciano estaba harto de que su bar fuera destrozado, cuando estos violentos hombres bebían demasiado, e incluso, algunas veces, cuando no lo hacían.

ホセオクの怒り ᯽ 𝗁𝗈𝗉𝖾𝗏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora