I. Las promesas son hechas.

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-Jamás voy a hacerte daño. -me mentiste esa mañana de Abril, estando sentado en uno de los asientos de nuestra mesa para cuatro personas.

-Me hace feliz escucharlo. -Sonreí, sintiéndome más tranquilo después de la pesadilla de la noche anterior.

Abriste tus brazos esperando un abrazo de mi parte, yo no te hice esperar y me lancé a tus brazos sin cuidado, golpeando uno de mis codos en la dura madera. Te abracé con tanta fuerza que era imposible dudar de mi amor por ti.

Acariciaste mi cabello enmarañado, bajo la frágil luz del sol que entraba por nuestra ventana esa mañana de Abril.

Mi corazón podía ser escuchado latir con fuerza y rapidez a medida que tu empezabas a tararear una pequeña melodía, nuestra melodía.

Mis ojos se cerraron con forme pasaban los segundos y entonces exclamaste, como si acabaras de recordar algo;

-¡Oh, pronto será tu cumpleaños!

-Está bien si no hacemos algo, no me molestaría pasar el día como si fuese cualquier otro. -No sé si pereza era lo que podía ser sacado de mi tono, en ese momento estaba tan cómodo con mi cabeza sobre tu pecho, escuchando latidos calmados que ya ni siquiera lo recuerdo.

-Pero es un día especial, deseo hacer algo especial. -Tus palabras fueron tan calidas que no pude evitar sentir algo de felicidad.

-Pero no es necesario. -Te insistí y entonces tu calma se detuvo.

-Lo es. -Fue amenazante el tono que utilizaste, y entonces me sentí pequeño.

Ya no me sentía feliz, la habitación ahora estaba llena de tu aura, mi respiración entonces se volvió más lenta, como si no deseara que un asesino me encontrase detrás de las cortinas.

Mi cuerpo estaba rígido, parecía querer fingir la muerte, tus manos en mi cabello ya no me hacían relajar y la dulce y frágil luz de sol que entraba por la ventana, ya no podía ser sentida por mi piel.

-Está bien. -me forcé a hablar, sonando mi voz más quebrada de lo que me gustaría.

Entonces todo volvió a la normalidad, tu aura desapareció y de nuevo pude sentir el dolor en mi codo, acompañado del dolor causado por el calor que pasaba por el cristal... Tu tono amenazante también se fue pero aun así, por alguna razón, la nueva dulzura que tomó tu voz logró asustarme mucho más.

-Gracias, Teru.

Shimateru ; Promises.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora