Tercer acto

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Llegaron a lo que parecía ser un bar, pero para sorpresa de Charlie, este no era como los del averno. Podría decir que, era mucho más decente.

Y la música, era excelente.

Las ganas de cantar se hicieron presentes, pero se contuvo, y cual niña pequeña, comenzó a mirar a su alrededor con fascinación.

- Increíble...

El castaño sonrió complacido, había logrado su cometido. Aunque eso, sólo era el comienzo.

En el escenario, hizo acto de presencia su gran amiga, confidente, Mimzy. Sonrió de medio lado, ella tan elegante como siempre, sin importarle lo que pensaran de su complexión robusta; digna de admirar.

Charlotte notó la mirada de Alastor sobre la rubia, sintiendo algo de incomodidad. Como si ella fuese una intrusa.

Aunque no le dio tiempo de soltarse del agarre de Alastor, cuando este tomó su mano para bailar. Algo que tomó por sorpresa a la rubia.

Sin embargo, aquella sensación de incomodidad desapareció y en cambio, una sonrisa de genuina felicidad apareció en sus labios, negruzcos por naturaleza.

Y así, Alastor pudo apreciar los caninos de Charlie, llamando su atención.

Y mientras Mimzy cantaba, entreteniendo al público, y algunos bailando como ellos, se efectuaba lo prohibido.

Un extraño lazo que no debió existir, antinatural.

Porque nunca podría existir una relación entre un humano y un ser sobrenatural, mucho menos, uno afectivo; y tal vez Charlie lo sabía, pero, decidió ignorarlo.

Porque tal vez, ella había caído... Pero, ¿Estaba eso mal?

La música había terminado y con eso, el baile entre ambos. Ella se sintió perdida en esa mirada ambarina, y sinceramente, no le molestaba; aunque eso significara que, estaba perdiendo. Se estaba arriesgando.

- Al...

- Hablemos en un lugar más privado. – murmuró él, sin apartar su mirada de ella. Provocando un calor agradable en sus mejillas, ¿Cuántas veces llevaba que se sonrojaba?

Se dejó arrastrar por él a lo que era una pequeña terraza, la luna nuevamente hacía su aparición. Sería una de las cosas que extrañaría al tener que volver a su hogar.

- Te gusta mucho la luna, por lo que veo.

- La verdad es que, allá en el infierno, no hay luna ni sol. Sólo un cielo rojizo y un pentagrama... Además, aquí es más tranquilo en comparación.

- Aquí tampoco es del todo tranquilo, también hay caos. Aunque no siempre.

- ¿Qué quieres decir?

- No creo que haya diferencia entre aquí y allá, querida... Aquí hay guerras, hay hambruna, hay muertes, enfermedades, asesinatos, canibalismo, violaciones y todo lo malo que puedas imaginar. – expresó con una sonrisa tranquila, mirando la luna. Charlie lo miraba con intriga, curiosidad tal vez. – No estoy metido en la religión, pero, sé que las personas buenas o inocentes van al cielo o paraíso. Y las personas como yo, tienen un sitio asegurado en el infierno.

- Al, ¿Acaso tú...?

- Si crees que he violado a alguien, sólo te digo que no me rebajo a un animal en celo, querida. – suspiró, sonriendo. – Sólo he asesinado a varias personas inocentes por diversión y cometido canibalismo varias veces... Y lo peor de todo, es que yo, no me arrepiento de nada.

Charlotte no sabía cómo sentirse al respecto... Sólo sabía que, no quería que Alastor pasara el resto de su vida en el averno. Y no porque no quisiera verlo, sino que, estar ahí, significaba sufrimiento eterno... Sin contar el extermino que se efectuaba ahí.

Para cuando se vino a dar cuenta, lágrimas oscuras descendían de sus ojos.

- No deberías llorar, dulzura.

No por mí, no merezco y no quiero, tus lágrimas.

- Sonríe Charlie.

Y no dejes de hacerlo.

Ella secó sus lágrimas, sonriéndole. Y él sintió calma, sólo un poco.

- Quiero probar algo que se me ha pasado varias veces por la cabeza. – le dijo, con una sonrisa, esas típicas de él. Ella lo miró sin comprender. – Es una solución para que vuelvas a tu hogar, cariño.

- ¿En serio? ¿Cómo?

Oh dulzura, eres demasiado buena para este mundo, incluso para el lugar del que provienes.

- Cierra los ojos y confía en mí, ¿De acuerdo?

Y ella obedeció, incluso si sentía que algo no estaba bien, lo hizo. Él ser acercó más a la princesa, acariciando una de sus mejillas, y sonreír calmo; sin previo aviso, junto sus labios con los de ella, sorprendiéndola.

Aunque ella también le correspondió.

Y más tarde, él se encontraba encima de ella, ahorcándola. No matándola, pero sí dejándola inconsciente, como la primera vez que la encontró.

La cargó entre sus brazos, mirándola una última vez más, pues el padre de esta, se encontraba a sus espaldas. Y era consciente, de que él no estaba contento, pero eso no le importaba; al final terminó por entregársela en silencio, observando como ese despreciable ser se iba con ella.

Su sonrisa temblaba, y seguía temblando cuando Mimzy se le acercó en silencio y puso una mano en su brazo.

Sí, él también sabía que estaba perdiendo. Que se estaba arriesgando; porque ella era prohibida para él, como aquel fruto que Adán y Eva comieron.

Y de tal vez, eso estaba bien.

Hasta entonces, Charlie. Intenta ser feliz.

(Y si puedes, espérame.)

-Traumada Taisho

Adoro los finales felices xd

Perdón por el fuera de personaje, aunque a estas alturas, no importa.

Prohibido  [Charlie/Human! Alastor]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora