Rojo

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Resumen:

Había cosas que shizun odiaba. A él, Liu-shishu y las traiciones era lo principal, pero había algo más. Algo que pudo ocultar por un tiempo hasta que Binghe se dió cuenta y todo solo cayó.






Shen Qingqiu odiaba el color rojo.

Asociado con las cosas que más odiaba en su vida, la repulsión a este no era extraña. Cómo caer en una pesadilla, el rojo era un detonante para sus recuerdos mejor guardados. Había aprendido a sobrellevar sus malos sentimientos a la fuerza, sin la intención de vivir una constante desviación de qi, nadie sabía ese detalle íntimo. De hecho, nadie sabía nada de él más que Yue Qingyuan.

(El rojo en la sangre que salía de sus heridas cuando era azotado por sus esclavistas. Los detalles carmesí en las túnicas de Qiu Jianluo cuando decidía entretenerse con el. El brillo escarlata en los ojos de Wu Yanzi cada vez que caía en una desviación de qi)

Una vez en Cang Qiong, se había pulido a la perfección para ocultarlo de todos modos. Nadie notaría como repelió las prendas y objetos rojos siendo un estudiante de Qing Jing, como tampoco notarían sus repetidas visitas a Qian Cao una vez fuera discípulo principal por ungüentos milagrosos que hicieran desaparecer cualquier cicatriz. La forma en la que se tensaba cuando alguien abría una puerta a sus espaldas se disimulaba con su supuesta siempre tensa actitud, lo mismo con evitar como la peste pasar más del tiempo necesario solo con un hombre en una habitación. Cosas que, junto a su odio por el rojo, había minimizado para que nadie viera. Yue Qingyuan apenas pudo notarlas.

Quizás por eso cuando la pequeña bestia lo comentó a mitad de una clase de arquería sintió que el mundo se le vino encima.

— ¿Qué dijiste sobre shizun pequeña escoria? ¡Qué desvergonzado! —Defendió Ming Fan, agarrando con fuerza su arco y parándose frente a su shizun cual niño ofendido.

Luo Binghe se encogió sobre sí mismo, apretando el pobre arco que Ning-shijie le había conseguido contra su pecho. Temió por las represalias, maldiciendo su lengua suelta. No había dicho nada malo en contra de shizun, pero su rostro rígido por lo que creyó era furia no decía lo mismo.

La mirada insistente de Ming Fan le dijo que debía responder, sin importar que en realidad no mejoraría su futuro castigo.

— Disculpe a este shidi impertinente Ming-shixiong, solo comentaba que shizun nunca usó nada rojo... No era mi intención ofender a shizun —Dijo sin atreverse a mirar más allá de los pies de su shizun.

Solo le pareció curioso ¡Nada más! Había visto a su shizun casi siempre vestido con verdes, a veces usaba azules claros y blanco, sin embargo podía contar por lo menos una ocasión en la que haya usado por lo menos un accesorio con cualquier otro color menos rojo. No era importante, tampoco relevante, simplemente llegó a su mente al ver la diana pintada de rojo.

¿Por qué su shizun reaccionaría así? Ming Fan, que no parecía saber la razón de porqué tampoco, de todos modos saltó a reprenderlo. Shizun no dijo nada hasta que Luo Binghe estuvo seguro de que su shixiong, con el repentino apoyo de sus compañeros, llegaría a un plano físico.

— Tú —Llamó el inmortal, frío como un páramo nevado— ¿Qué tan bueno eres con eso?

Con su mano derecha usando el abanico para ocultar su rostro y la izquierda señalando el arco entre los brazos de Luo Binghe, la pregunta era clara. No esperaba indulgencia, así que estuvo expectante a lo que vendría.

— Este discípulo hace lo mejor que puede —Informó apenado, mirando de nuevo los pies de su shizun.

Hubo un silencio, lleno de ansiedad y malos presentimientos, Luo Binghe esperó lo peor con impaciencia. Su sentimiento solo empeoró cuando shizun despidió a sus hermanos marciales con una mirada. La mirada de Ming Fan le dijo que de todos modos no se salvaría de él.

(¿Había un código que no conocía? No sería algo nuevo)

— Sino logras dar mil veces en el blanco antes del anochecer, Ming Fan se encargará del castigo por tu impertinencia —Declaró con elegancia, girándose para retirarse.

Sabiendo que jamás lograría tal meta, y aunque lo hiciera, sin shizun cerca sería como no hacer nada, lamentó en silencio su futura paliza asegurada. Eso no evitó que notara como la ida de shizun ya no era tan delicada sino cercana a los nervios y tensión. Era como si hubiera insultado a todo el ser de Shen Qingqiu con esa mera observación.

Algo en sus entrañas le dijo que quería ver vestido de rojo a su shizun. Quizás como una novia estaría bien.

— Shizun se ve hermoso así ¿No lo cree? —Halagó burlón el Señor Demonio, deleitándose con la vista de su nueva esposa.

Envuelto en túnicas rojas ceremoniales, su shizun estaba sentado sobre la gran cama que había preparado para ellos esa noche. El rojo cubría perfectamente las costuras en los brazos y piernas, con su ojo restaurado y su lengua colocada de nuevo, era como ver al Shen Qingqiu que había conocido en sus años de discípulo.

No.

Este era mejor. Este era suyo.

Shen Qingqiu no dijo nada, con sus ojos fijos en el color de sus túnicas. Binghe no fingió comprender, no le interesó de todos modos. Sabía que podía traer la atención de su maestro con un chasquido, él siempre tan alerta a los ruidos fuertes. Lo dejó contemplar unos segundos, ya que pronto disfrutaría de ese cuerpo reconstruido.

"Es rojo" susurró la voz del pasado en la oreja de Shen Qingqiu.

Rojo como su sangre, los detalles en sus túnicas y el brillo en sus ojos. Rojo como el cielo en el mundo demoníaco. Rojo como la mirada que llevaba viendo años cada día.

Rojo como el charco que dejó Yue Qingyuan después de desaparecer entre mil flechas.

— ¿Shizun? Estamos en nuestra noche de bodas, debería prestar más atención a lo que su esposo le pide —Regañó sin seriedad alguna la bestia frente a él.

No gastaría energía en ese juego. Solo miró su regazo y habló.

— ¿Y qué pediste exactamente, bastardo?

Luo Binghe sonrió con todos su afilados dientes, tomando en un doloroso agarre la barbilla ajena le obligó a mirarlo. Un calor sofocante empezó a recorrer todo su cuerpo, sus extremidades hormigueando y la temperatura subiendo. La sensación olvidada en su entrepierna le hizo entrar en pánico.

— Pedí su cooperación shizun. Quiero que disfrutes esto tanto como yo —Aclaró, con la malicia pintando su voz y sus uñas lastimando la piel frágil.

Lágrimas de frustración picaron en las esquinas de sus ojos, verde jade mirando rojo sangre. No podía parar las sensaciones que provocaban los parásitos de sangre, menos podría quitarse a ese hombre de encima. Sin una cabaña de bambú a la que volver, un Yue Qingyuan al que recurrir o una deshecha mazmorra en la que esconderse, solo podía dejar al monstruo hacer lo que quisiera con él.

Cómo revivir el pasado, sería el nuevo juguete de Luo Binghe. A través de su dolor él sentiría placer y por medio de su cuerpo se divertiría. Lamentó no morir aquella noche en medio del fuego de la mansión Qiu.

Su mente se apagó a penas el primer gemido salió de sus labios. Sintió uñas desgarrando, labios besando y unos ojos que se negaba a mirar. Lo que pasó después solo fue sellado en sus recuerdos.

Shen Qingqiu odiaba el color rojo, y Luo Binghe lo hizo usarlo el resto de sus vidas.

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