Capítulo 1.

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La sala le daba un poco de incomodidad.

Y no, no era el tamaño de la sala, pues no era claustrofóbico, ni la sala era pequeña, podía considerarse grande como para que se diera cabida la larga y ancha mesa, y todavía se dejara espacio para una estantería del tamaño de la pared a ambos lados, con más espacio para dejar pasar a las personas.

Tampoco era la silla, ni la mesa en las que estaba localizado, eran tan comunes como las que habría visto en algún despacho, aunque la mesa sí era algo grande. Eso sí, la silla tenía un acolchonado en donde uno se sentaba, y se suponía que eso debía de confortarle un poco, pero sólo funcionó hasta que todos los demás empezaron a llegar.

Por que sí, Suzaku no estaba solo en ese lugar, un montón de chicos estaban también en la sala, habían llegado de uno por uno después de él. El infarto de que tal vez lo habían visto haber aventado una silla por la ventana de uno de los salones se había desvanecido con la llegada de ellos, pero aún así no pareció quitarse el sentimiento de que no sucedería algo bueno. O al menos que le beneficiara.

No había entablado conversación con nadie de ellos, a pesar de que sabía de absolutamente todos los ahí presentes. Ninguno tenía un rostro que le fuera desconocido, y ya había escuchado uno que otro rumor de cada uno de ellos. Eso tampoco era decir que eran populares en la escuela, pero podría decir que eran conocidos, lo suficiente como para llegar a sus oídos.

Se acomodó en la silla, en un intento de encontrar algo que hacer. La mayoría de chicos en el lugar ya parecían haber encontrado alguna forma de empezar a hablarse entre ellos, y eso no le daba pistas de por qué le habían citado ahí.

Prefería escuchar su conversación, para al menos perder el tiempo.

- ¡Deberíamos de irnos ya!

Por ejemplo, él, que había golpeado la mesa.

Era el más desesperado de ellos, Ichiro, peculiar por su nombre y el bicolor de sus ojos, uno castaño y el otro dorado, que era conocido por entablar conversación hasta con la persona más tímida sobre la tierra. Era responsable, y nunca dudaría en pasarte una tarea, pero claro, le debías una a cambio. Era amigo de Tatsuya, pero no parecía tener mucha relación con él más que el compañerismo.

- Yo me voy a quedar hasta el final.

El de los cabello y ojos en color azul fuerte era Temma, al que normalmente se le veía acomodando sus lentes al lado de Tadashi en la entrada, cerraba la puerta algunos días y otros entregaba recados. Era muy inteligente, pero a veces le ganaba la flojera y por eso no conseguía llegar más lejos, aunque eso sí, nunca lo había visto saltarse una mísera clase en toda su vida escolar.

- ¿En serio? - Ichiro lo miró con pesadez - ¿Tú no deberías de estar en clases?

- Pero no me pienso saltar ninguna cita de la escuela - Tenma lo miraba serio.

- Vamos, inténtalo, una no es ninguna.

- No.

- Ándale.

- Que no.

- Te compraré comida.

- ¿Me vas a comprar con eso?

- ¡Eres el único que quiere quedarse! ¡Nadie más se negó!

- Tampoco nadie aceptó.

- Ahhhh - se restregó la mano en la cara, Suzaku pensó que estaba muy desesperado - ¡Azuma! ¡Apóyame! ¡Tú también te quieres ir!

- N-No... Bueno, tal vez.

El chico de cabello blanco y piel morena era Azuma, que resaltaba por tener un currículum de inocencia casi al mismo nivel que el líder de las lucesitas. Era conocido por qué una de sus fotografías se había puesto en un libro, pero también por qué no le iba demasiado bien en las matemáticas. Suzaku lo había visto un par de veces pidiendo asesorías a su profesor de matemáticas y sabía que su magia de convencer gente con su ternura iba a otro nivel.

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