Uchiha Naruto, El Perdón Del Asesino

Capítulo 7.4/Entrenamiento: Sasuke

Dos noches después de la segunda ronda de los exámenes chunin, se encontraba Sasuke, solo, en su habitación. Naruto se había ido a vivir con un hombre que se hacía llamar Jiraiya, alguien que ni conocía ni le interesaba, aunque parecía alguien importante para losœ Namikaze, por lo que algo de interés debía tener. Independiente de eso, estaba solo en su habitación de noche, algo que no pasaba... desde nunca. Naruto y él llevaban juntos toda la vida, dormían juntos, comían juntos, jugaban juntos, entrenaban juntos, e incluso se bañaban juntos cuando eran más pequeños.

Es por eso que tanta soledad se le hacía rara, no mala o desagradable, solo rara, extraña. Se sentó en la cama, apoyado en el respaldo y con la almohada en el cuello y empezó a llorar. Lloró por todo lo que le pasaba, el asesinato de sus padres, el de su familia y clan; por Itachi, al cual parecía ser que nunca entendió; y, un poco, por su hermano menor, Naruto. Naruto, por muy mal que sonase, era su vida, el pequeño trozo que le quedaba de su destruido pasado, su mejor amigo y rival, compañero de dolor, espalda que siempre veía desde atrás porque, al fin y al cabo, el siempre estaba por delante.

Y justo la ausencia de esta última razón, Naruto, es el motivo por el que pudo desahogarse. No podía dejar que lo viese débil, era él quien tenía la responsabilidad como hermano mayor, aunque fuera por pocos minutos, de vengar al clan. Naruto simplemente debía quedarse en Konoha feliz y sin preocupación otra que cumplir sus metas y ser Hokage mientras él se manchaba las manos. Su preciado hermano no debía lidiar con el dolor, con que uno lo hiciera era más que suficiente. Es por eso que se uniría a quien fuera, inclinaría la cabeza ante cualquier persona y le vendería hasta su humanidad al diablo por matar al bastardo que mató a su familia.

Tras seguir así durante unos minutos se durmió, sentado y con la espalda apoyada en el cabecero de la cama y con la almohada en el cuello.

Al día siguiente se levantó sorpresivamente enérgico, sorpresivamente para haber dormido en tal extraña posición. Ignoró lo que pasó la noche anterior y se levantó mirando por la ventana, viendo que no había amanecido aún, aunque parecía que el sol saldría en breve.
Se vistió, aseó y desayunó algo simple para salir rápido de casa. Los primeros rayos de Sol salían y hacía algo de frío; las calles estaban vacías, solo transitadas por ninjas yendo a la torre del Hokage, borrachos dirigiéndose a sus casas y melancólicos como él caminando a ninguna parte. Quedaban horas para que quedase con Kakashi así que simplemente vagó por las calles hasta encontrar algo cque hacer o haber perdido el suficiente tiempo como para poder irse al campo de entrenamiento.

Habiendo pasado alrededor de una hora, percibió a alguien doblando la esquina. La curiosidad lo superó y siguió a esa persona, sin esperar mucho. Al girar la esquina, vio que aquel que caminaba no era otro que Kakashi y se preguntó qué podría estar haciendo un hombre que siempre llega tarde levantado a tal temprana hora. Se puso a pensar el motivo de que su sensei estuviese como él caminando al amanecer mientras que lo seguía. Cuando se conocieron creyó que solo era un idiota siempre sonriente y feliz, pero cuando le contaron lo que pasó en la guerra, su opinión cambió. Creyó que él podría, aunque ligeramente, entenderlo. Sin más pensar, apresuró su paso y lo adelantó.

Kakashi, que ya había percibido a su estudiante minutos antes, decidió esperar a que lo pasara y le tocó en el hombro.

-Sasuke- llamó el enmascarado-. ¿Tampoco podías dormir?

-Simplemente ya me desperté y no me podía volver a dormir- reconoció el Uchiha-. Buscaba algo que hacer.

-Ven conmigo- pidió el Hatake y Sasuke asintió.

Andaron unos quince minutos, algo más, en silencio y lúgubres. Salieron de la zona de los distritos de los clanes y entraron en el centro de Konoha. Pasaron el hospital, la torre del Hokage, algunos restaurantes y tiendas, y el cuartel de la división Anbu. Al final llegaron, para la no sorpresa del azabache, al cementerio general. Pasaron infinidad de tumbas hasta que llegaron a una zona más apartada, sin tumbas, solo una escultura de no más de un metro, de extraña forma y con grabados por toda la superficie de esta.