Prólogo

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KAI

-¡Corre!- grité a todo pulmón con las piernas rugiendo en dolor.

-No puedo más Kai. ¿Por qué debemos correr? No hicimos nada malo, ¿cierto?

La súplica en sus ojos pudo conmigo y por un momento deseé no haber hecho lo que hicimos para poder asegurarle que todo estaría bien, para que no quedara en su conciencia.

-Penny me dijo que hicimos lo correcto y que el olor a sangre por todo el psiquiátrico fue lo más placentero que hicimos en mucho tiempo, pero Violet me dijo que estuvo mal y que no debemos asesinar al resto de personas para conseguir lo que queremos porque seremos malas personas. No somos malas personas, ¿cierto Kai?

Mi corazón se estrujó en mi pecho y por un momento estuve a punto de debilitarme, pero ese no era mi trabajo.

-¿Qué es cierto?

-Mira Ash, ellas no te pueden decir nada porque no son reales. Solo confía en mí, ¿bien?- Ash no pareció muy convencido pero acabó asintiendo ya que yo era su hermano, el que nunca le mentía y el que siempre lo protegía pasara lo que pasase.

Ash siempre antes que Kai.

-Bien, ahora sigue corriendo.

Continuamos corriendo un par de metros hasta que oí un golpe seco a mi espalda y al girarme distinguí la delgada y débil figura de mi hermano en el asfalto.

-Ash, ¿qué cojones haces? ¡Tenemos que irnos rápido!

-Kai, duele, por favor, duele mucho. ¡Ayúdame por favor Kai!- soltó un grito desgarrador y comenzó a apretar su cabeza tirando de su cabello- ¡No dejan de gritarme! ¡Las voces, Kai! Sus pensamientos no dejan de gritar, ¡ayúdame Kai! ¡¡Haz que paren!!- volvió a gritar acurrucándose en el pasto y abrazando sus rodillas acunando su cuerpo de adelante a  atrás.

-Shhhh, ya pasó Ash, ya pasó- lo tomé entre mis brazos como de pequeños solía hacer y luché por controlar la situación.

-Kai, hicimos algo malo, hicimos algo horrible. Mamá, papá, ellos eran buenos. Ellos eran buenos. Los matamos. Los guardias, los médicos, ellos eran buenos, ellos me ayudaban. Los matamos.

-Ash, tú no tuviste la culpa. Yo los maté, yo soy el malo, yo soy el monstruo.

-Mamá...papá.

Putos hijos de puta.

-Tú no fuiste Ash. cálmate.

-Pero Violet...

-Violet no existe, yo sí lo hago. ¿Confías en mí, hermano?- el asentimiento decidido me dio la fuerza necesaria para forzar una sonrisa y levantar a mi hermano- Debemos irnos.

Debíamos escapar, desaparecer. Debía hacer lo que siempre había hecho, cuidar de Ash. Hacer un mundo mejor para él, un mundo en el que se sintiera protegido fuera de su mente, un mundo en el que con tal de que él fuera feliz no hacía falta que lo fuera yo.

Ash siempre antes que Kai

Siempre sería él por encima de todo.

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Nunca imaginé que llegáramos a conseguirlo, que llegaríamos estar allí, en la casa del hombre al que más admiraba, del hombre que más adelante me salvaría la vida.

-Así que vosotros sois Kai y Ash De'Ath, el apellido os hace justicia muchachos. Los famosos hermanos de la muerte de los que no dejé de escuchar más que maravillas durante los últimos meses. Encantado de conoceros jóvenes asesinos. ¿Qué les parece obtener un sitio en Mentes Imperfectas? Creo que escucharon hablar de ello, ¿qué dicen?

-Será un placer, señor Beaumont, nos honra con esa propuesta tan tentadora

-Amo tu inexpresividad Príncipe Oscuro, me recuerdas a mi hijo adoptivo, solo que él es un poco más psicópata- soltó una leve risa-
Cambiando de tema, ¿qué debes tener en mente?

-No me subestimes.
No me mires a los ojos.
No hables siquiera de mí.
No si no quieres ser mi siguiente víctima.

-Perfecto, confío en vosotros, no me decepcionéis- se acercó a mí tomándome por los hombres y me susurró al oído algo que jamás olvidaría.

-Antes todos tenían miedo, miedo de lo que había en su interior, miedo de lo que había en el interior del resto, miedo de lo que había fuera. Pero una vez que entras aquí aprendes que el miedo no sirve de nada, que es pura patraña, que debemos estar orgullosos de quienes somos y de lo que podemos ser capaces de hacer. Nuestras debilidades son nuestras mayores virtudes.

Y tenía razón.

El miedo no servía de nada, las emociones eran molestas, los cuchillos eran juguetes y nuestra condición era lo que nos hacía tan especiales.

Preparaos, no hay forma de escapar, no cuando vamos a por vosotros.

Estad alertar, podemos ser quien menos esperéis que seamos.

Sois los siguientes.

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