Capítulo 4: Corazón roto.

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ARISTÓTELES

Y lo observe ahí tumbado en el pasto siendo bañado por los imponentes rayos del sol que daban con fulgor su luz pero jamás tan esplendoroso como el brillo natural que salía de Temo. Dormía angelicalmente en aquel escenario tan ceniciento y magistral,

El resplandor de medio día adornaba las mejillas de mi joven esposo que descansaba plácidamente sobre las fibras de un vibrante color verdoso en contraste por docenas de girasoles de todos los tamaños y en medio Cuauhtémoc que parecía sin duda más hermoso que todas aquellas flores teñidas de un amarillo suave.

De pronto me pareció incluso inquietante que tanta paz reinara en el rostro de Temo, como si perteneciera a otra parte, como si su alma flotara por lo más alto del firmamento.

La felicidad que dominaba mi corazón fue sustituida por angustia pura pues Temo, mi Temo parecía tan inmóvil como una bella figura de mármol sobre un jardín inmenso. Su pecho inmóvil y su rostro pálido no parecían naturales a tal punto de ser espeluznantes. El color carmesí que rodeaba su rostro con gracia no estaba y en cambio una capa de piel gélida como el cemento estaba presente en su semblante tan quieto como un hielo.

Quise tocarlo, acercarme y acunarlo entre mis brazos y quitar de su cuerpo la rigidez de sus brazos pero en cuanto avance un solo centímetro una parvada de mariposas negras como el ébano revolotearon cual bailarinas danzantes hasta cubrir sus atuendos de suave algodón blanco hasta cubrirlo con sus enormes alas.

Desperté con el corazón hecho un remolino de sentimientos. Con el estómago hasta el piso y casi temblando mire a mi alrededor y para mi alivio allí se encontraba tan placido y sereno como siempre conciliando el sueño y rodeando con sus bracitos mi cintura.

Suspiré aliviado ¡Vaya sueñito! Ya era la quinta pesadilla de la semana, la quinta que dejaba en mi ese sabor amargo que me acompañaba durante el día.

Lo bueno de las pesadillas es que al despertar todo volvería a la normalidad y esos monstruos y situaciones desagradables no eran más que recuerdos bochornosos el subconsciente. Con esto en mente volví a sumergirme en la cama.

TEMO

-Y entonces Isaac me dijo que me invitaba a su casa a jugar videojuegos- comentó Vale jugando con los hilos del mantel.

-Pues por mí no hay problema pero no solo tienes que pedirme permiso a mí, tú papá Ari también tiene que estar de acuerdo- Mi pequeña resopló derrotada. Sabía que Ari tendía a ser algo celoso en algunas situaciones.

-Papi, tú sabes que mi papá Ari no me va a dejar ir

-Eso no lo sabes, aun no le has dicho nada.

-Pero él no me dejara ir, estoy segura y no sé porque si no hago nada malo.- dijo ya con notable desánimo y su carita siempre tan angelical llevaba un semblante de tristeza.

Ella tenía razón, era una niña y merecía divertirse como cualquier a su edad.

-Hagamos esto. Te daré permiso esta vez y no le diremos a tu papá pero tienes que prometerme que te portaras súper bien y no harás ninguna travesura con la mamá de Isaac.- Mi niña sonrió de oreja a oreja asintiendo repetidas veces con la cabeza.

-Prometido papi.

-¿Promesa de López?- dije estirando mi dedo meñique el cual tomó con su pequeña manita.

-Promesa de López.

ARISTÓTELES.

Y ahí se encontraba mi esposo con los dedos tamborileando sobre la mesa del comedor. Parecía un manojo de nervios y era lógico, hoy sería su primer día de trabajo con el padre de Diego.

TE AMO: Hasta el final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora