Capítulo Siete

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editado, 20.07.24

Solo dime si esto es lo que deseas. Si deseas unir tu vida a la mía. Dime si tus ojos son solo para mí, que tus labios solo besaran los míos y tus manos me tocarán solo a mí.


Frente a frente, México lo miraba a los ojos en un silencio que se hacía eterno. Recordaba la última vez que estuvieron en esta situación, sin sentimientos entre medio, solo por trabajo, cuando se establecieron relaciones diplomáticas en 1888; fue el primer momento donde ambas naciones se miraron cara a cara, reconociendo así una conexión que crearon desde tiempo atrás cuando eran territorios no independizados. Conectaron miradas y surgió un sentimiento dudoso, el cual ignoraron por décadas, hasta llegar al momento presente.

—¿Por qué me mirás tanto? —Argentina comenzó, cruzando sus brazos y desviando su vista. Odiaba el contacto visual con México, era como una competencia a ver quién lo soportaba más, y si, ganaba el mexicano, ¿cuál era su obsesión con mirarlo directo a sus ojos? se sentía como cuchillos directos a sus córneas, —Como sea, acabemos esto.

—No tengo prisa —sonrió, acercándose para sentarse en la banca, haciendo un espacio a su lado. Argentina bufó, tomando asiento a su lado, abriendo sus piernas mientras se deslizaba por la banca. México lo miró, riendo y ganándose una mirada asesina. —Lo siento, lo siento. Solo es gracioso verte así.

—¿Así como?

—Tan despreocupado. Mírate, siéntate bien —regaño como un padre, agarrando a Argentina con cuidado para enderezarlo. El argentino se quejó, removiendo su cuerpo en el agarre cual gato.

—¡Estoy bien sentado!

—No, te dolerá la espalda, mi amor. Creéme, los años que tenemos son como tener cuarenta años humanos —explicó, riendo por la expresión que colocó el argentino de sorpresa. Si, ambos tendrían alrededor de cuarenta y casi cincuenta años si fueran humanos normales, lo que era ser viejo de verdad.

—¿Cómo sabés eso? —se sentó correctamente, arreglando su cabello.

—Lo escuché hace unos años. Quiero decir, tampoco es tan grave, ¿verdad? No somos tan viejos en realidad, —ninguno de ellos se dio cuenta de la charla que crearon, porque de la nada comenzaron a platicar de sus edad y dolores que sentían en el cuerpo, como si fueran humanos corrientes, lo que no eran. México y Argentina tenían más de doscientos años.

—¡No estamos para hablar de eso! Ugh, el tema era nuestra relación, México —se paró frente a él, apuntándole con el dedo. Claro, su amistad. —Ya dime para que pueda dormir en paz, ¿Qué somos? Si me dices "amigos", lo tomaré, no importa ya, solo sácame la duda. —pidió, casi imploró incluso, mirando hacia abajo con sus manos en sus caderas, nervioso de la respuesta del mexicano.

México se acomodó, aclarando su garganta. La respuesta era clara, —Bien, primero; después ya no será lo mismo que ayer, tengamos eso en claro, por favor —comenzó, escuchando el suspiro de frustración del argentino. Debía hacer esto rápido. —Quería que esto fuera en persona por una razón, Argentina.

—Solo dilo, ya.

—Te quiero.

Te quiero. ¿Era todo?

—Te quiero como un amigo.

Argentina sentía el corazón destrozarse y lágrimas acumularse en sus ojos. Esto era lo que temía, obvio México solo lo quería como un amigo, nada más. Sus intenciones de esa noche solo fueron cosa de una noche y tuvo que saberlo desde el principio, ¿cómo se atrevía a pensar lo contrario? ¿Cómo pensó que México lo amaba de la misma forma?

—Pero también te quiero como algo más, —terminó por decir, sonriendo. Argentina alzó la cabeza, haciendo contacto visual con él. ¿Escuchó eso bien o deliraba?

𝖤𝖭𝖳𝖱𝖤 𝖠𝖬𝖨𝖦𝖮𝖲 | mexarg; editando...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora