Capítulo Ocho

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editado, 21.07.24

—Evítate la pena, por favor —México dijo frente al canadiense, sentado con calma mientras lo miraba, o al menos eso intentaba porque Canadá tenía la cabeza agachada, no queriendo verlo a los ojos, no ahora, tal vez nunca de la vergüenza que sentía. Dolía, ambos estaban lastimados por el pasado, era algo que debían hablar, era obvio. Sin embargo, no era sencillo por todos los problemas que hubo de entre medio en su separación —Yo nunca te mentí, Canadá. Todo lo que te dije ese día fueron palabras sinceras, era lo que sentía. Estados Unidos me separó de tí, tú le seguiste el acto y por eso terminamos nuestra relación.

—Lo sé, es solo que... me siento tan mal. Lo pensé mucho y sé que no fue la mejor decisión de mi vida, eso lo entiendo, pero no puedo seguir viviendo sin tí, México —admitió al final, apretando los puños y alzando la cabeza para conectar su mirada con la de él. Lágrimas calientes salieron de sus ojos, resbalando por sus redondas mejillas hasta caer en sus manos.

—Yo ya estoy con alguien más —respondió, —Canadá, no se como explicarte que lo nuestro se acabó, ya no hay nada que reparar. Terminamos y ya di por finalizada esa etapa de mi vida contigo hace mucho. Sé que es complicado de digerir, pero lo nuestro ya no es. Tu sientes algo por mí, yo ya no.

Fueron palabras complicadas de aceptar, como pastillas difíciles de tragar. México no podía hacer como si nada hubiera pasado, como si no hubiera peleado a golpes con Estados Unidos por Canadá. El dolor de ese día y tiempo siguiente no se lo quitaba nadie. Las disculpas las aceptaba, porque no quería mantener ese rencor en su vida, pero aceptar una relación, eso ya no era posible. Amaba a Argentina, no iba a echar a perder esa nueva oportunidad de romance por un pasado que dejó atrás hace años.

—No fue fácil. Decirte esto y mucho menos dejarte ir, Canadá. Lo hice por tu seguridad, acepté las condiciones de ese pendej– de Estados Unidos —se retractó a casi final de insultó, mejor llamarlo por su nombre para evitar conflictos —Cuando quise volver, no encontré el mismo amor de antes. Te miraba a los ojos y no era lo mismo, me sentía vacío contigo, no había amor en mí para tí. Las cosas cambiaron, mi error fue querer intentarlo otra vez sabiendo que nada iba a ser igual.

—Entiendo —fue lo único que salió de su boca, asintiendo. Se levantó y decidió que lo mejor para ambos sería irse. No porque estuviera molesto con él, pero el ambiente ya era lo suficientemente incómodo para los dos. Ya no eran necesarias más palabras, se habían dicho lo necesario para finalizar esa etapa.

Justo cuando Canadá se iba, México lo alcanzó, tomándolo del brazo.

—No quisiera que esto llegue a oídos de Estados Unidos, por favor. Si se entera que hable contigo en privado haría un escándalo y es lo último que necesito ahora —comentó sin mirarlo. El canadiense aceptó y se retiró de la habitación, dejando a México pensando en la situación. No era sencillo dejar ir, pero no había de otra, era necesario para seguir adelante y más ahora que tenía una relación con alguien más. No era la primera vez que pasaba por algo similar, eran tantas las conversaciones que tuvo de ese tipo a lo largo de su vida; China, Corea del Sur, Austria y ahora Canadá. La más dura fue con China, porque no fue una, sino más de tres que terminaban en exigencias, gritos y desesperación entre lágrimas, peleando para ver quien había sufrido más en la relación como si fuera una competencia, ¿y para qué? para terminar él disculpándose de rodillas frente a China mientras imploraba por su perdón y cariño. La pena ajena de recordar esos tiempos tan duros lo atormentaban de vez en cuando, causando que cierre los ojos y sacude la cabeza para sacarlos de su mente.

Al llegar a casa de Argentina como le había prometido, lo primero que vio fueron esos ojos ámbar tan brillantes que lo miraban con dulzura. Le enamoraban cada día más, lo llenaban de amor cuando lo miraba de esa forma, como dándole a saber que el tenerlo en frente era suficiente para hacer su corazón palpitar con fuerza. Argentina no lo hacía a propósito, de hecho muchos de sus amigos le decían que deje de mirar a México con ojos de amor todo el tiempo; desde ese momento intentó evitar el contacto visual, pero era imposible si se trataba de él. Bajo de esas pestañas tan bonitas, estaba la linda mirada ámbar de su solecito, causando palpitaciones aceleradas en su corazón.

𝖤𝖭𝖳𝖱𝖤 𝖠𝖬𝖨𝖦𝖮𝖲 | mexarg; editando...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora