Once hombres caminaban por el desierto. Uno llevaba sólo una túnica, vendas en sus manos y para calzar llevaba algo ligero pero resistente. Los diez que lo rodeaban eran los guardias del emperador. Si él corría, lo alcanzarían, y si los atacaba, lo cortarían. Esa era la orden que ellos habían recibido.
Los diez guardias llevaban botas prontitud equipadas en los pies. Graduadas a más del 60%, la velocidad que podían alcanzar usándolas era admirable. Adheridas a sus guanteletes tenían cuchillas gigantes, a modo de un filoso par de brazos extra que sabían utilizar a la perfección. Aún portando la ventaja de ambas herramientas, y siendo los diez mejores guardias del emperador, sabían que no había motivo para subestimar al hombre de la túnica.
En lugar de preguntarse "¿qué problemas podría causar?", los guardias estaban atentos a los movimientos del hombre; cada paso y a dónde apuntaban sus ojos. Evidentemente, esto debido a que la fama de Nassor no le había popularizado varios apodos sólo porque sí: 'Rata canguro', era por su velocidad de movimiento difícil de percibir. 'Quebrantahuesos' era en referencia a su tendencia principal, la cual se trataba de no matar, pero sí romper un hueso del brazo o la pierna de quien intentaba detenerlo.
Llamarlo 'El saqueador fantasma' le parecía a la gente algo parecido a un halago, así que no lo hacían. 'El traidor del emperador', sonaba prestigioso, no era opción. ¿'El que asalta las minas durante las mañanas'? Demasiado específico. 'El forajido desértico que posee el poder para desaparecer' era extenso, y 'Zamiento' sonaba a alguna especie de enfermedad cutánea.
Él mismo se había colocado un título sencillo, poco exagerado, y sobre todo, humilde: 'Nassor, el intocable'.
Los diez guardias lucían como un equipo preparado, de buena sincronización e imbuían confianza; sólo de verlos, uno podría pensar que habían vivido mil aventuras juntos, que tenían una hermandad fortalecida por el tiempo y que poseían un historial de victorias grupales forjadas por las batallas que los unían siempre en sus días de trabajo.
Sorprendentemente, ese no era el caso. Este era el primer día que ese específico grupo trabajaba junto. Y habían hecho correctamente el trabajo que les había encargado en emperador algunas horas antes.
—¡Nassor! ¡Esta vez, lo atraparán! ¡Ustedes diez lo traerán ante mí! ¡Vayan! —Había gritado el emperador por la mañana, viendo que los diez mejores guardias habían llegado a servirle tal como lo había pedido el día anterior.
Ahora faltaban un par de horas para la puesta de sol, y aquellos diez magníficos guerreros estaban de vuelta, escoltando al problemático forajido llamado Nassor.
El sol aún era abrasador, a pesar de no estar directamente sobre todos ellos. En este desierto el terreno era llano y firme, en su mayoría. Casi no se usaban animales de carga para viajar desde que se empezaron a producir grandes cantidades de botas prontitud, las cuales aligeraban enormemente el peso de quienes las portaban, propiedad que variaba según su graduación. Así, con pasos veloces, ligeros y seguros, los guardias llegaron al palacio con Nassor, dando por terminada su misión.
El bandido, con las manos esposadas a su espalda, fue forzado a arrodillarse ante el emperador. Lo que vio frente a él fue el trono del cual se levantaba un hombre algo viejo y gordo, serio e imponente, que guardó la satisfacción que le dió ver el buen trabajo de sus guardias, mostrando en su rostro la gravedad del castigo que Nassor estaba por recibir.
El palacio del emperador era de salas espaciosas y puertas altas, como si en ella residiera un gigante. Varios de ellos, en realidad. Serian gigantes de gusto elegante, como se podría apreciar en la decoración y arquitectura del lugar; estatuas bien trabajadas de criaturas vistas en el desierto, formas definidas, y una buena mezcla de colores claros entre los cuales destacaba el crema y se salpicaba de esmeralda. La grandeza del palacio reflejaba muy precisamente el orgullo del propio emperador.
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LEGADO DE FESTROR: RIVALES ETERNOS
FantasyEn algún lugar del mundo, cayó un ser poderoso que por primera vez experimentaba el terror de enfrentar a algo que había acabado con algunos de sus semejantes: su propio poder. En su intento de escape, se había agotado y sus fuerzas estaban completa...