12. LA BALA QUE ALCANZO LA PIEL

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Observó fijamente como aquella pelota se dirigía a toda velocidad hacía su posición. Debido a que era algo lo cual no se esperaba, es que acabó apretando los labios. Su dedos se aferraron al agarre con todas sus fuerzas, al tiempo que los músculos de su brazo volvieron a protestar con aquel calambre que ascendió hasta su hombro, aun con todo ese dolor, le fue posible elevar su raqueta y conseguir contrarrestar aquella mortífera pelota.

Dio unos cuantos pasos hacia atrás, sentía a la perfección el correr de aquel frío sudor por sus mejillas, aquello le hizo volver a los tiempos donde eran enviados a un caluroso bosque.

—¡En una batalla jamás tendrán todo a su favor! —Recordaba que les decía su entrenador, el capitán Marralles, siempre que iban a dejarlos en algún lugar peligroso—. ¡Así que deben acostumbrar sus cuerpos, hacerlos resistentes, así el enemigo jamás podrá tomarlos desprevenidos, siempre estarán preparados!

Cuando llegaba el verano a su punto máximo, era cuando el capitán Marralles organizaba aquellas salidas a lugares sumamente calurosos y húmedos.

—Por suerte en el invierno estaremos a salvo —recordaba haberle escuchado decir a un recluta relativamente nuevo. En aquel momento compartió una mirada con sus diferentes compañeros de cuartel, donde todos se miraron con aquella complicidad de solo aquellos que conocen un profundo secreto, lo que acabo arrancándole una sonrisa.

Al llegar el invierno, se formaban partidas que eran trasportadas a montañas las cuales eran cubiertas por un hermoso manto de nieve. Con solo pasar algunos minutos en la intemperie, sentir como el viento comenzaba a abrirse paso a través de tu cuerpo, era que comprendías que nada llegaba a quemar como el frío, por lo que en cuestión de minutos terminabas odiándolo con todo tu ser.

—¡Maldito sea el frío, se me van a congelar los huevos! —era la expresión que más le gustaba usar a su amigo Harman, algo en el cual coincidían totalmente.

Sus pisadas, el crujir de aquella fina capa de nieve, su aliento que ascendía en aspírales de vaho hasta perderse en aquellas grisáceas nubes le hicieron volver a la realidad, justo para observar como su hermanita conseguía moverse con una gracia solo digna de la mejor bailarina del mundo, algo que le dejo sin palabras, su brazo se volvió un simple borrón de carne humana, su golpe fue perfecto, lo que acabó por devolverle aquella pelota.

‹‹Oh, por los mil demonios››, fue lo único en lo que le fue posible pensar. Aquella pelota cortaba el viento con una velocidad superior a todos los demás golpes que había dado su hermana, lo que le hizo comprender algo, su pequeña hermanita se encontraba enojada por una razón que escapaba a su comprender.

Su mente fue capaz de entender que era imposible el contrarrestar aquella devolución de la pelota, así que acabó por dar dos pasos a un lado, justo para ver como aquel objeto mortal pasaba a cuestión de centímetros de su rostro y acababa por impactarse en la cerca de metal que protegía aquella cancha, el golpe iba con una fortaleza que no solo provoco la caída de un poco de nieve, sino también de aquel sonido seco que dejaba escapar el acero cuando era golpeado.

Con su rostro cubierto por una fina capa de sudor, con el aliento escapando de sus sorprendidos labios en forma de jadeos, aquello fue lo que acabo con sus sospechas.

Muy desconcertado ya que no comprendía que era lo que estaba sucediendo, fue que acabó girando su atención a su hermanita.

—¿Qué ha sido eso? —se apresuró a preguntar sencillamente usando su mano libre. Su hermana arrugo la nariz al tiempo que apretaba los labios, dejo caer su raqueta.

—¡Nada! —respondió con brusquedad, sin más se encamino hasta unas pequeñas banquitas donde les esperaban bebidas re-hidratantes junto a un par de toallas, la cual tomó su hermana para secarse el exceso de sudor. Su cuerpo no tardo en sentir los estragos que les podían hacer pasar aquel viento gélido, así que se apresuró a envolverse en una gruesa chaqueta.

Mi dulce tentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora