Nuestra unión romperá cualquier muro

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Ya han pasado 2 años en el Valhalla, pero en el inframundo apenas han pasado 2 días. Mi intenso entrenamiento esta a punto de acabar, solo tengo que enfrentarme a la Valkiria que fue mi guía durante estos 2 años, y tengo que ganarle para así lograr completar el entrenamiento, porque si no me van a castigar con pasar el resto de mis días aquí, eso dijo Skuld mi valquiria guía, que es a quien tengo que derrotar y aparte es la Valkiria más ágil de todas.

-¿Estas listo? -pregunto Skuld antes de lanzar su primer ataque que logre esquivar por los pelos

-Eso se dice antes de atacar, ¿sabes? -entonces yo le devuelvo el golpe y logro hacer que pierda el equilibrio.

Ella activa su poder espiritual, todos tenemos un poder espiritual. En la tierra se le conoce como el talento. El poder espiritual de Skuld es que logra generar una gran cantidad de espadas, mazos, arcos, lanzas y escudos. Los puede generar a gusto, ella puede generar un total de 100 armas. Por otro lado, mi poder espiritual es un aumento en mi fuerza, velocidad y mi defensa aumenta bastante, además los mitad demonio y ángel, podemos aumentar nuestra fuerza y velocidad considerablemente.

El encuentro pasó de ser un encuentro entre maestra y alumno, a ser un duelo prácticamente a muerte. Skuld me lanza una cantidad innumerable de espadas y yo logro esquivarlas casi todas, cuando yo trato de acercarme ella genera varios escudos de diamante y entonces me cuesta romper los escudos,  aparte cada vez que destruyo un escudo salen dos más, así que es inútil.

-¿Ya te cansaste? -suelta Skuld antes de mandarme una gran cantidad de espadas a toda velocidad, que yo logro esquivar sin ningún problema.

-Ya quisieras -digo antes de romper la velocidad del sonido y casi igualando la de la luz con solo un impulso, y así no logro darle oportunidad a Skuld de generar esos fastidiosos escudos- por eso es bueno guardarse algunos trucos bajo la manga.

-Haz ganado, desde hoy quedas aprobado por su servidora Skuld para poder entrar al Valhalla cuantas veces quiera -dice Skuld mientras se soba la mejilla izquierda que es donde logré darle.

-¡Bien Martín, así se hace! -dijo Sofía antes de lanzarse hacía donde yo estaba y dándome un cálido abrazo- ¡Sabia que lo lograrías!

-Ese golpe de recién, ¿Cuándo lo lograste practicar? -pregunta Monserrat una vez llega hasta donde yo estaba.

-Todas las noches salía a las 2 de la madrugada a practicar ese golpe. -dijo Sofía para el asombro de todos- Yo le pregunté a muchas personas, no era porque lo espiaba -explicó mientras escondía su cara con sus manos, me pareció demasiado tierno.

-Todos saben lo que sientes, ¿sabías? -dijo Monserrat-.

-¿De que hablan? -pregunté mientras me quitaba la camiseta y me secaba el sudor.

-De los sentimientos de Sofía por ti -dijo Monserrat antes de ganarse un empujón por parte de Sofía- ¿Qué?, es la verdad, ¿no?, todos se enamorarían de un abdomen así.

Y es que es cierto, mi cuerpo cambió demasiado cuando estuve entrenando con Skuld. Aunque era normal que sacará bastante masa muscular, todos los días a las 8 de la mañana empezaba mi entrenamiento con una serie de 100 lagartijas, abdominales, sentadillas y muchos ejercicios más con peso muerto. Sinceramente nunca esperé llegar a verme así, pero al parecer si me lo propongo lo puedo cumplir.

-Si, digo no -balbuceo Sofía mientras se empezaba a sonrojar y se tapaba la cara. Gesto que me pareció demasiado tierno.

-Tranquila, tú eres muy bonita y estaría encantado de salir con alguien como tú -dije mientras agarraba a Sofía de la mano- ¿me harías el honor de ser mi querida novia? -durante el tiempo que pasé aquí, en el Valhalla, ella todos los días se despertaba a las 5 de la mañana solo para ayudarme a practicar mi movimiento especial. Siempre traía consigo un vaso de chocolate caliente, unas galletas y una bebida energética, y se quedaba hasta que terminara todo el entrenamiento. Incluso cuando Skuld me entrenaba, literalmente hasta morir, ella estaba a mi lado, me preguntaba que como estaba, si me sentía mal.
Cuando tenía hambre, ella me traía sándwiches o alguna comida ligera, para así recuperar energías. Poco a poco me fui enamorando perdidamente de ella, de su atención, su amabilidad, de su alma que vale más que el oro.

La Ira de los DiosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora