Fifteen.

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Todo empezó como no podía ser de otra manera entre ellos: de una manera tan extraña como repentina.

Cuatro meses después del ingreso de Chuuya en la Port Mafia, compartiendo ambos habitación porque, según Mori, sería beneficioso para mejorar su relación de compañerismo, no era raro que su interacción hubiese aumentado en gran medida, y con ella la confianza en el otro.

Pero no era una confianza como la que Chuuya había tenido con las Ovejas, ni tampoco la que empezaba a tener con Kouyou. Era diferente, porque parecía que entre ellos todo se regía por una norma diferente al resto del mundo. 

Era diferente, pero ambos tenían sus barreras. Era una regla no escrita entre los dos que Dazai no preguntaría acerca de la vida antes de las Ovejas de Chuuya, y Chuuya tampoco preguntaría el pasado de Dazai. Eran recuerdos que ninguno quería sacar a flote, aunque el mismo Chuuya viese a su compañero consumirse lentamente por las noches.

Chuuya sabía lo que era eso. Lo que era el insomnio, no dormir por culpa de sus pensamientos. Muchas veces fingía dormir, sintiendo la mirada de Dazai clavada en su espalda, sin darle más importancia porque él tenía sus propios problemas. Otras tantas, se despertaba por algún mal sueño, frecuentemente relacionados con las Ovejas o con su propia existencia. Aún así, estaba seguro de que dormía más de lo que Dazai lo hacía, pero no lo decía. 

Eran compañeros, pero nada entre ellos era como se suponía que debía ser.  

—Dazai —no recibió respuesta—. Sé que estás despierto.

Y quizá por ello a Chuuya no le sorprendió escucharse a sí mismo hablar con cotidianeidad, como si no fuese algo fuera de lo común hablarle a su compañero en mitad de la noche o de la madrugada. 

—¿Me puedes hacer un favor? —eso pareció llamar la atención de su compañero, y Chuuya giró sobre sí mismo para encarar sus oscuros ojos—. Jura que no te vas a reír.

Dazai sonrió en la oscuridad. 

—Dispara.

Chuuya se sentó sobre su cama.

—¿Me puedes dar un abrazo?

En cuanto salió de sus labios, supo que era una estupidez, pero calló al ver el rostro de su compañero.

Ni Dazai se esperaba eso. Él, que presumía de poder predecirle, se había quedado de piedra durante un muy corto espacio de tiempo. En un pestañeo, la sorpresa pasó a la incredulidad y Chuuya estaba casi seguro de que iba a escuchar su risa en menos de dos segundos.

Sorprendentemente, no fue así.

Dazai se quitó las mantas de encima y se levantó. Chuuya sintió el corazón latir nervioso. Desde que recordaba, desde pequeño, siete años, nadie le había abrazado.

¿De verdad lo iba a hacer?

Dazai le tendió una mano y le levantó. Y entonces Chuuya pudo sentir el temblor de las manos de Dazai al rodear su cuerpo, la inquietud en sus dedos, como si no estuvieran acostumbrados al contacto con otro ser humano. 

Chuuya no le culpaba. Sus brazos ni siquiera parecían responderle, pero lentamente fue siendo capaz de levantarlos. Sus manos se posaron sobre su camisa, y era un tacto suave, aunque no todo lo que debería por las vendas que cubrían su cuerpo por debajo.

Pero era cálido. Aunque Dazai normalmente era una persona fría y tenía un aura que impedía a los demás acercarse a él, era sorprendentemente cálido. Y aunque era ligeramente más alto, enterraba con facilidad su rostro en el espacio entre su hombro y su cuello. Su respiración le provocaba ligeros escalofríos en la piel, pero era tranquila. De alguna manera, le relajaba.

Quizá porque así Chuuya podía comprobar que era tan humano como lo era Dazai. 

Ninguno de los dos dijo nada. Ninguna palabra, ningún comentario, ninguna risa. Estaba oscuro, y aunque Chuuya sabía que hacía frío porque el invierno ese año estaba siendo duro en Yokohama y nevaba en el exterior, solo sentía la calidez del cuerpo de Dazai contra el suyo. Sentía la textura suave y a la vez ligeramente áspera de su compañero en las puntas de los dedos, y lo único que no sentía era la gravedad.

La gravedad no le haría caso mientras Dazai mantuviese algún tipo de contacto con su piel. Y sin ella, Chuuya era una persona normal como cualquier otra.

O al menos, era lo que quería creer. 

No sabía lo que Dazai había estado pensando, o siquiera si lo había hecho durante el tiempo (el cual ni siquiera contó) que estuvieron así, pero sí podía saber que la mente de su compañero en algún momento desconectó y se había quedado dormido incluso estando de pie.

Indudablemente era más fuerte que él, y ni siquiera se sorprendió de su poco peso. Dazai casi no sabía lo que era la palabra «comer», y de hecho era casi un milagro verle dormido. Cuidadosamente, le puso sobre la cama y deshizo el agarre que mantenía sobre su cuerpo. 

Dazai se movió ligeramente cuando dejó de sentirle, pero pocos segundos después siguió durmiendo. Chuuya sonrió con tristeza, recordando cuando acostaba a los niños que formaban parte de las Ovejas a una edad muy temprana, básicamente porque no tenían a dónde ir.

Como él.

Dazai no era un niño, aunque a veces se comportase como uno. De hecho, era más alto que él. Pero así, encogido sobre sí mismo, más humano de lo que le había visto en esos cuatro meses que habían pasado juntos, Chuuya podía distinguir la vulnerabilidad propia de quien no puede defenderse. De quien está asustado.

Tal vez, por experiencia propia.

Pero no diría nada. Al día siguiente, ninguno de los dos mencionó lo ocurrido y siguieron como siempre. Dazai no le recordaría su momento de debilidad y Chuuya no hablaría acerca de la lágrima que limpió del rostro de Dazai antes de dar media vuelta y meterse entre las sábanas de la cama que le pertenecía. 

Tenían quince años, y solo se tenían a sí mismos. 

Pero empezaban a ver que no estaban completamente solos.

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¡Feliz Navidad a todos!

Este es un mini-fic que tengo ya escrito por completo, y que iré subiendo de aquí a Año Nuevo. Está dedicado a personas maravillosas amantes de Bungou y del Soukoku como Lou, Petrel y Aly, que además cumplen -o han cumplido- durante estos días.

Espero que os haya gustado <3. Podéis encontrarme en FB como Star Lunne.

¡Hasta mañana!

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Hold each otherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora