Eighteen (Part one)

3.6K 588 237
                                    

Dazai sabía que podía confiar en Chuuya.

Aunque nunca lo dijese, y Chuuya tampoco, podía confiar su vida en él. Y Chuuya hacía lo mismo. Aunque nunca lo dijese, las noches se hacían más cortas con su compañero a su lado, viéndole dormir tranquilamente mientras enredaba su mano entre sus rojizos cabellos, ese que había visto crecer en esos tres años.

De alguna manera, junto a Chuuya podía sentirse por un momento como una persona normal. Como si ambos fueran solamente dos muchachos de dieciocho años que jugaban videojuegos, iban al arcade y de vez en cuando a algún bar. Era una sensación extraña, sabiendo que tanto sus manos como las de Chuuya estaban manchadas, y que nadie los veía como a dos chicos sino como a un poderoso dúo que podía aniquilar una organización entera si se les antojaba.

Definitivamente, eran los mejores conocedores del otro. Chuuya podía saber cuándo se sentía bien, mal, triste, enfadado, feliz, con solo un vistazo. Dazai se había rendido en tratar de ocultarle sus emociones a su compañero, dándolo por un caso perdido de antemano. Nunca lo diría, pero Chuuya había sido la primera persona que había logrado descubrir sus emociones tan simplemente, y lo peor era que entendía cómo debía actuar ante cada una de ellas.

Cuando estaba triste, solo bastaba un cruce de miradas para saber que esa noche sería de jugar videojuegos y comida rápida. Cuando estaba enfadado, Chuuya no decía nada, simplemente le ignoraba hasta que Dazai decidía por si mismo contarle lo que le sucedía y su compañero le calmaba y le daba consejos. Cuando estaba feliz, Chuuya hacía bromas y le llevaba en su moto a dar vueltas sin un rumbo fijo por toda Yokohama.

A Dazai le encantaría ser tan bueno para saber eso respecto a Chuuya. Dazai podía acertar en predecir sus movimientos, sus golpes, sus palabras, pero a la hora de descifrar emociones se le hacía más difícil que abrir una caja fuerte. Chuuya no era como él, su compañero se expresaba y dejaba ver lo que sentía. El problema era ese.

Chuuya no solía fingir sus sentimientos, pero cuando lo hacía, podía hacerlo maravillosamente bien. Mientras Dazai siempre mantenía el mismo rostro ante cada situación (y por eso no sabía cómo Chuuya podía acertar tan precisamente sus emociones), Chuuya podía estar sonriendo y actuando alegremente mientras por dentro la tristeza le desgarraba. Era muy bueno a la hora de ocultar su tristeza sobre todo, porque era de esas personas que no quería preocupar a los demás con sus problemas. De esa gente que se preocupaba más por los demás que por sí mismo, sin darse cuenta que así tan solo hacía que los demás se preocupasen más por él.

Dazai odiaba que Chuuya fingiese. Y llevaba haciéndolo todo el maldito día.

-¿Tengo monos en la cara o qué, Dazai? -Chuuya dejó el libro sobre sus piernas, mirándole directamente-. Llevas mirándome todo el rato y así no puedo leer. Como comprenderás, en mis días libres me apetece descansar de todo y eso te incluye.

Dazai sabía a lo que estaba jugando. Pretendía iniciar una pelea para tener una excusa buena para poder marcharse a otro sitio fuera de su escrutinio y poder descargarse, o bien lograr que Dazai se fuese.

-¿Sabes lo que más odio de ti, Chibi? -Dazai se levantó de la silla donde estaba y se acercó al sofá-. Esa estúpida empatía tuya que hace que finjas para que no se preocupen por ti.

-¿De qué estás hablando? -frunció el ceño, lo que hizo que Dazai se molestase más.

-¿Pero sabes lo que odio aún más? Que pretendas engañarme a mí -cogió el libro que había estado leyendo Chuuya y lo agitó ligeramente-. No has leído un solo verso de estos poemas en la media hora que has estado.

-¿Y eso quién lo dice? ¿Tú?

-Has estado sosteniendo el libro al revés todo el tiempo. Sin pasar de página.

Hold each otherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora