Steve nunca imaginó que un beso de su mejor amiga, provocaría en el tantas cosas y desencadenaría un montón de eventos desafortundamente afortunados...
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Steve jadeó al sentir la lengua de la rusa en su cuello. No había razón lo suficientemente poderosa para hacerles desistir de terminar lo que habían empezado hace días, ambos lo querían...
—Hey soldado... parece que tenemos compañía —Natasha murmuró tocando por encima de la tela de su pantalón que se tensaba sobre su erección— ¿Quieres que siga?— Preguntó casi en un ronroneo.
El rubio solo asintió, echando la cabeza hacia atrás, extasiado por el placer de sentirla bajar su bragueta y deshacerse de sus vaqueros con maestría. Cuando volvió la vista hacia la pelirroja, esta se encontraba montándolo a horcajadas, frotándose contra su miembro, aún separados por sus prendas interiores.
—Desde que te conocí he soñado con esto... ¿Cómo es posible que no notaras lo que provocas en mi?— lo vió con reproche.
Natasha se deshizo de su ajustado vestido, dejándole ver sus dos preciosos pechos cubiertos en un sostén que poco dejaba a la imaginación. Un poco de seda negra y el resto de encaje, cumplían su función de hacerle quererlo destrozarlo con sus dientes.
Oh, santa mierda.
Al final si lo hizo pedazos, pero con sus manos, haciendo sonreír con picardía a Natasha, que se inclinó un poco hacia atrás, sosteniéndose con las palmas sobre los duros muslos Steve.
—¿Quieres probar?— Preguntó mordiéndose el labio, aun haciendo un agonizante movimiento de caderas, aprisionando su miembro adolorido contra su trasero.
Se relamió los labios, imaginando la sensación de ese par de pequeños botones rosados entre su boca, para succionar, morder y acariciar... pero justo antes de llegar a la meta, su despertador le devolvió a la realidad.
Rogers tomó el despertador y con rabia lo arrojó contra la pared contraria, haciéndolo añicos y dejando un hueco en el muro. Se levantó frustrado, tallándose el rostro con las manos, sintiendo como algo dentro del pantalón de su pijama palpitaba con desenfreno.
Todo había sido un sueño, el mas caliente de los sueños a decir verdad. Las últimas dos semanas había estado teniendo toda clase de sueños con Natasha, quizá por su ausencia, pues al día siguiente de su salida al Smithsonian, había salido de misión y aún no regresaba.
Confiaba plenamente en las habilidades de su compañera, pero también sentía una ligera preocupación en sus adentros... no sabia si era por no tener noticias o por saber que pronto tendría que encararla después de haberla usado en sueños para recrear escenas xxx.
Y conociéndola, lo leería en su rostro. Era el hombre más transparente y ella la mujer más intuitiva.
Entró al cuarto de baño, donde ordenadamente se deshizo de sus ropas y las acomodó dobladas sobre la encimera del lavabo, para después entrar a remojarse en la ducha.
