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— para representar la belleza de lo abstracto debemos trabajar en nuestro cuerpo y todo eso que nos hace aferrarnos a nuestras inseguridades, ser conscientes de nuestros pies, a dónde van, con qué objetivo, nuestros sentidos; nuestro plexo solar que guarda todas esas energías y esas fuerzas...

Su profesora hablaba con suavidad y potencia dictando la clase, pero lo único que llegaba a su mente era Hyungwon.

Él era casi perfecto, era un prospecto de hombre que seguro todos — o al menos la gran mayoría — quisieran llegar a ser; su cabello rubio que era largo permanecía bien cortado y estilizado, su rostro incluso sin maquillaje era perfecto, su nariz afilada de punta perfectamente redonda, al igual que sus ojos, su largo cuello y cuerpo delgado...

Sólo lo envidias, igual que a todos los demás.

Era cierto. Enviadaba muchísimo la forma en que el menor estaba seguro de su belleza, de cómo siempre se mostraba a sí mismo sin temor, cuando hablaba lo hacía de una forma lenta y casi enredada, pero había seguridad en cada una de las palabras que emitía; todo era casi perfecto en él, excepto por su horrible falta de modales.

Aborrecia tanto cuando Hyungwon abría esa horrible boca que era custodiada por esos bellos labios gruesos y dos hileras de perlas blancas perfectamente puestos, en serio sentía que iba volviéndose loco con cada cosa que decía; habían veces en las que se iba a su habitación jalandose los cabellos, luego de quedar solo en medio de alguna discusión o peor

¿qué cuando Hyungwon lo llamó feo, aburrido y patético?

había dicho cosas sin pensar ¿no? Aceptaba su culpa sin reparo alguno, pero era horripilante la manera fría y directa en la que el rubio había dicho esas palabras que le dolían más que nada, porque lo hacían sentir horrible, indeseable y le recordaban al pasado que jamás pidió vivir; Hyungwon, además de ser malhumorado, parecía poseer también la capacidad de acertar en el punto donde más dolía sin siquiera tener idea de nada, era calculador y un ogro sin corazón con la apariencia de una hada....

Y sí, podría haberle echado, haberle golpeado o cualquier otra cosa, sin embargo sólo se fue a su habitación a llorar como un niño pequeño, a cubrirse bajo el manto de la verdad donde era cierto que no existía en esa vida nadie que lo amara realmente, nadie que lo deseara con real afecto a menos que dejara sacar su fuerza en medio de un acto que le resultaba ya repulsivo y someramente mecánico; sin ningún sentido y menos propósito. Odiaba el hecho y odiaba el tiempo en el que alguna vez esperó tener la atención de alguien, que amó y que lo único que recibió fue una terrible herida que jamás podría borrar, inclusive se odiaba así mismo por no poder ser suficiente para nadie.

En medio de su pensamiento recordó a Hyungwon de nuevo y no entendió lo que sucedía realmente con él. Ese día, luego de la discusión, había ido a la universidad aceptando su cruda verdad, estuvo de mal humor todo el tiempo y tuvo un día de perros, donde por poco logra ser meado por uno en serio, así que al regresar a su apartamento lo único quiso fue descansar antes de alcanzar una nueva batalla con aquel rubio de personalidad fría y calculadora — una que no estaba seguro de sí podría enfrentar una vez más si él seguía hiriendolo de la forma en la que lo había hecho esa misma mañana — total, cuando entró, lo que vio lo dejó casi estupefacto.

aterradora era la forma en como el corazón humano es tan misterioso en miles de maneras, que no podría siquiera describir.

Cuando entró al apartamento dejó que una gran molestia lo poseyera al notar que la sala era un desastre, ni siquiera había notado si estaba así una vez salió temprano, pero lo peor no era eso, sino las miles de colillas de cigarrillo que habían por el suelo, así que miró hacia la ventana sintiendo aquello un tanto familiar; la ventana estaba abierta.

I WANNA LOVE... YOU? [2WON/ HyungWonho] +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora