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El viento soplaba con suavidad, la sutileza del mismo provocaba, que con gracia los largos cabellos como el ocaso que se acercaba, se movieran como si fuesen los mismos rayos del sol.

La impresionante vista, que solo ella lograba, convertirse en una misma con su entorno, convertir belleza en hermosura. Aunque muy pronto la puesta del astro que brillaba sobre ellos terminaría. El rubio no podía dejar de sonreír... sonreír; algo que desde que la conoció no paraba de hacer, se había acostumbrado a hacerlo, aun cuando su amada no se encontraba a su lado.

Aquellos momentos de paz eran los que más prefería y los que más esperaba, esos encuentros que le calmaban, la claridad de esa colina, contrarrestaba la oscuridad que siempre lo envolvía y que desde siempre le acompaño. Más la luz que desprendía la de ojos miel era su mayor premió, luego de estar la mayor parte de tiempo viviendo entre las tinieblas y el frio...

—E-kun... ¿Qué sucede? —la diosa intimidada por la forma que le observaba dejó de escribir.

—Nada Stacia... —desvió su mirada a otro punto al notar su pena —¿Qué es lo que escribes?

Ante su cambió de pregunta la divinidad se levantó del tronco en donde había estado sentada para ir y acompañarlo en la suavidad del pasto.

—Estoy escribiendo una historia —le mostró su fina escritura que era su fascinación.

El rey leyó despacio cada palabra, no entendía muy bien el sentimiento humano y menos esas actividades de realizar pasatiempos; como escribir, pero a Stacia le encantaba hacerlo y si ella era feliz, él también.

—La historia de una princesa que sería secuestrada y su encierro provocaría el fin del mundo —agregó al notar que su acompañante no estaba comprendiendo su escrito.

Era algo tonto para él, existían muchas en el mundo, no solo princesas, mujeres y varias de ellas morían y desaparecían a diario. Siendo el rey de ese mundo, creció alrededor del caos, consideraba que no significaba demasiado.

—¿Por qué el mundo terminaría por una princesa? —dejó que una parte de sus incomprensibles pensamientos.

La diosa dejó escapar un sonido de protesta al no conseguir impresionarlo, se pegó más a su hombro y tímidamente le quitó el libro de sus manos.

—Perdón, no quería...

—E-kun ¿Qué harías si algo me pasara? Si yo fuese la princesa en cautiverio —habló con tal seriedad que Eugeo sintió un nudo en su garganta.

El pensar perderla...

—No lo digas ni en broma Stacia —la angustia en su voz hizo que la diosa le viera con ternura desmedida —Si algo te sucede estaría dispuesto a sacrificar mi vida.

La alegría que decoró el lindo rostro de su amada le llevó a hacer de esas palabras su propio juramento, no dejaría que nada ni nadie le quitara la sonrisa de su rostro, incluso si tendría que llevar a su reino a la destrucción.

—Ves que tan importante es mi historia —dejó que su escrito cayera en el pasto y lo tomó de las mejillas —Eugeo...

El rubio no pudo evitar que su felicidad se mostrara deslumbrante al escucharla que le llamara por su nombre.

Con la yema de sus dedos la joven acaricio su blanca piel —Cuando amas a alguien estarías dispuesto a todo por esa persona...

Sus iris esmeraldas no paraban de temblar, sentía que esa no solo era una lección para comprender a los humanos, la profundidad con que hablaba traspasaba sus miedos, el rey de los monstruos cometía el pecado más grande al amar y tener una devoción enorme por la diosa humana y el mismo peso del pecado caía sobre ella.

Los sueños de mi princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora