Ruptura

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—¡Ya no puedo esperar!

El emperador golpeó con ira el respaldo del trono, lo que le causó dolor. Rápidamente alborotó su cabello para no mostrarse cómo un hombre débil y frágil.

A pesar de su esfuerzo Vassago notó que cada vez su majestad estaba débil. Aún así calculaba que gobernaría por un largo periodo, su estado de salud aunque mal, era mejor que el del antiguo emperador. Por ser el siguiente en la línea de muerte comprendía su angustia. Nunca dormiría tranquilo hasta tener asegurado su deseo más grande.

—Es muy pronto.

El mal humor del emperador aumentó. —Estoy muriendo —su voz no contuvo la fuerza usual, cómo si quisiera demostrar que así era. —Dijiste que para esta fecha ya tendría el poder.

—Insisto, aún es muy pronto, si lo hacemos ahora algo saldrá mal, si eso ocurre los Yuuki...

—¡No me importa que suceda! Soy el emperador de estas tierras, te ordenó que lo hagas.

—Como usted diga —aun era pronto, pero admitía que saboreaba desde hace meses crear caos. Pues estaba seguro que apresurar sus planes traería problemas. —Pero tengo una petición.

Vector se mostró ofendido por las palabras de su lacayo, aún así le indicó que continuara.

—Debe aceptar la existencia de la princesa Asuna y hacer que todo el imperio la reconozca como princesa.

—¿Quieres verme la cara de idiota? Ella es un monstruo, no existe y nadie debe enterarse de su existencia.

—Es necesario, le explicare los detalles.

Sabía que Vector no aceptaría sermones, ni menos ser burlado, hacer eso significaba perder la cabeza, iba por ese destino cuando el emperador rio.

—Te escuchare, pero también tengo mis condiciones —anunció. Saboreando ese pedido se sentó en el trono. —Ya no soporto a ese perro, deshazte de él.

Era la orden que deseaba escuchar. —Así se hará.

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Le era difícil despegar su mirada, la intensidad de esas joyas observándolo con igual seriedad, lo ponía en un aprieto. Por más que estudiaba a su hijo, que a aparte del rasgo en sus iris color fuego, era su copia perfecta, más no podía encajar a la perforación con su primogénito.

Levantó un poco más el cuerpo del bebé para que quedará más arriba de su rostro. La altura que lo separaba del suelo era peligrosa, más al pequeño no parecía importarle, a tan temprana edad se notaba la valentía y seriedad que hubo heredado de su madre. Era un niño fuerte y sano, no contrajo la maldición que hacía agonizar a los Yuuki.

Cuando al fin, su hijo se aburrió de esa lucha de miradas, se llevó el puño a su boca.

Recién cumplió ocho meses, no podía creer cuanto había crecido en tan poco tiempo. Disfrutó en secreto el proceso de embarazo de su princesa, por su odioso título y su búsqueda en salvar a Asuna del poder que yacía en su interior, estuvo la mayor parte de ese proceso lejos de ellos. Ese día dejó sus deberes, más bien le dio una paliza a Vassago y escapó. Encontró al guardia moreno custodiando la entrada de su habitación, luego de deshacerse de él, descubrió que su hijo estaba solo en el lugar, no dudó de sacarlo de la cuna y estudiar sus rasgos.

Luego de un tiempo sin aclarar sus dudas, acercó al bebé, con la intención de darle un beso en la frente, cuando estuvo a punto de demostrarle su cariño de esa forma, la diminuta mano de su hijo se interpuso. Era claro que no deseaba su afecto.

Los sueños de mi princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora