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El hecho de que ese viernes se celebraría la pequeña reunión con sus amigos en la casa de su mejor amiga Mirella, le otorgaba un privilegio que le entusiasmaba y la hacía sentirse increíblemente especial

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El hecho de que ese viernes se celebraría la pequeña reunión con sus amigos en la casa de su mejor amiga Mirella, le otorgaba un privilegio que le entusiasmaba y la hacía sentirse increíblemente especial. Nada más finalizar el periodo lectivo, Helena se marchó junto a Mirella a la casa de esta última sin la necesidad de tener que pasar previamente por su casa.

Ser mejor amiga de la futura anfitriona conllevaba privilegios como, por ejemplo, el hecho de no tener que ir cargada con dos bolsos llenos de ropa y el pijama que usaría esa misma noche porque una parte de su ropa se encontraba en el armario de Mirella, aunque le costase admitirlo.

— Mmm, ¿qué deseas hacer mientras esperamos a que lleguen los demás? —inquirió Mirella con suavidad, observando cómo su mejor amiga terminaba de lavar sus dientes.

Habían comido una pizza y una buena ensalada césar que ellas mismas prepararon entre risas y chismes, todo para complacer a Helena, quien amaba cocinar solo cuando la tenía a ella como ayudante en sus más temidas y extravagantes mezclas culinarias. Se habían repartido las tareas de fregar y secar toda la vajilla que ensuciaron y, como era de esperarse, Mirella ganó la carrera en la que se jugaba el primer puesto para lavarse los dientes.

Helena la miró a través del reflejo del cristal con sus ojos cargados de un brillito de pura emoción. Sin duda, ahora llegaba la mejor parte del día para ella; toda una tarde que podía malgastar junto a Mirella en lo que deseara, sin preocupaciones, ni obligaciones, ni quehaceres.

— Preparar la broma —comentó con un poco de dificultad, tomando un poco de agua para enjuagar su boca— Definitivamente, tenemos que preparar la broma de la que estuvimos hablando antes.

Mirella emitió un pequeño suspiro, confirmando así sus peores sospechas. Conocer a su mejor amiga tan bien como lo hacía suponía una desventaja en algunas ocasiones como, por ejemplo, esa. Ambas habían hablado sobre lo que Mirella tenía preparado para esa noche y sobre lo mucho que las películas de miedo estaban vetadas por el terror que Helena sentía solo con leer el título y la trama de la historia. Pero, aun así, la chica se sentía particularmente valiente y, hasta cierto punto, una «chica mala».

Por ello, Helena le propuso a Mirella gastarles una broma a sus amigos que implicasen algunos ruidos raros en la casa y algunos misterios paranormales más. Aunque Mirella se negó en rotundo al instante, Helena sabía que con un poquito de insistencia por su parte acabaría cediendo en una inminente victoria para ella.

— ¿Y cómo se supone que hacemos los ruidos mientras estamos junto a ellos, uh? —inquirió Mirella con un tono de voz cargado de burla— Será muy cantoso si los hacemos cada vez que nos excusamos para ir al baño o qué sé yo.

— ¡Tommy nos ayudará! —chilló ella decidida y, sobre todo, emocionada— ¡Voy a llamarlo para que venga a planificarlo todo junto a nosotras!

«Genial. Mi única oportunidad de pasar la tarde a solas con ella se acaba de ir por el desagüe»
Pensó Mirella con amargura.

— Fantástica idea —comentó con un poco de resentimiento en su voz, levantándose del retrete para marcharse a su habitación— Yo voy a tomar una siesta, tú puedes planearlo todo con Tommy en cuanto llegue.

¿Novias por un día? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora