🐴 LUNA LLENA 🌕

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Javier y María son prácticamente dos campesinos, criados a la vieja usanza en una pequeña choza situada a unos treinta minutos a paso de caballo del pueblo más cercano. Javier es un primo lejano del lado de la familia de mi padre que a pesar de ser médico actualmente, viene de una familia muy humilde en el campo, logró completar sus estudios de medicina con su propio esfuerzo; por esa circunstancia aún tenemos bastantes familiares en zonas rurales.

La historia me la narró mi primo cuando hicimos un viaje hasta su pueblo, decidimos visitarlo ya que lo vemos prácticamente una vez al año en temporada de vacaciones. Usualmente nos da pereza ir hasta allí, porque a pesar de que el campo es muy bonito y la choza muy acogedora, la vía para llegar no es precisamente apta para un vehículo moderno, aunque sea una camioneta como en la que vamos. De hecho, no es un carretera como tal, es solo un camino que se ha formado por el pasar de los animales, carretas o algunas motos, y que en invierno es inaccesible a menos que sea en vehículo de tracción animal de cuatro patas. También es posible que si dos automóviles se encuentran, alguno de los dos tenga que regresar en reversa, por supuesto esto rara vez ha de pasar por ser poco transitado.

La última vez que lo vimos, el buen primo tenía la espalda llena de cicatrices. Nuestra primera reacción fue preguntarle qué había pasado. Su respuesta me ha dejado atónito, es la primera vez que escuché algo similar.

«No sé si en el pueblo les contaron que me caí del caballo. Todo el mundo dice eso, pero María sabe lo que realmente pasó. No sería agradable contarles porque están de visita y no quiero que pasen una mala noche».

Más que la razón por la cual no quería contar lo sucedido, yo podía notar que tenía miedo de relatar la historia. Su mirada era confusa y extraña, tal vez pensativa e intentaba buscar otro tema de conversación; sin embargo, yo insistí, diciéndole que solo era una historia y que no era cortés dejarnos con la intriga.

Bueno, sientate aquí — me dijo al rato cuando los demás estaban haciendo otras cosas —. No quiero que tu padre se ponga nervioso manejando cuando estén de regreso.

Hace dos meses, como era de costumbre, yo tenía que ir al pueblo a comprar algunas cosas de la casa. Nunca lo hago muy entrada la tarde para que no me agarre la noche en el camino. Jamás le he tenido miedo a la noche hasta ese día, es más, incluso le tenía más miedo a los vivos que a los muertos. Ya me habían robado antes por deambular tan tarde. Parece que los ladrones no duermen.

«Eso es cierto», afirmé, mientras en mi cabeza quedó el eco de la frase «hasta esa noche».

Sin embargo, tenía varios animales enfermos —continuó—. Ya dos vacas estaban bastante mal, no podía darme el lujo de que murieran, así que tomé el caballo y comencé a ensillarlo. María inmediatamente me dijo: «Javier, ¿para dónde vas? ¿Que no ves que ya es tarde y me da miedo que vayas solo? Te va a pescar desprevenido la noche, tengo un mal presentimiento, espera hasta mañana».

Yo la ignoré por la misma razón que comenté, no podía darme el lujo de un animal muerto, así que tomé una linterna por precaución, aunque sabía que estaría bastante iluminado por haber luna llena y posiblemente no la usaría para no mostrarle mi posición a nadie.

Fui al pueblo lo más rápido que pude. Compré en el mercado lo necesario y en el camino me encontré con un par de amigos que me ofrecieron dos tragos de Ron. Luego seguí, y tal como estaba previsto, una cortina negra cayó sobre el campo. Apenas había comenzado la vía.

Claro, el caballo ve mejor que yo, así que solo me incliné y traté de ir lo más rápido posible con la luz apagada para no llamar la atención de cualquier bandido que este por allí. Llevaba muy buen ritmo, estimo que debía ir al menos ya por la mitad del camino y me iba sintiendo más tranquilo a medida que avanzaba; sin embargo, cuando llegué a la curva por donde se llega al arroyo, sentí curiosidad de algo extraño — hizo una pausa, como tomando fuerzas para poder explicarme lo que seguía; mientras hacía eso su miedo me invadía a mí también —.

DONDE EL MIEDO CRECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora