LA TUMBA ⚰️⚰️

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Autor:
Jon Anthony Rodriguez...

Hoy, he enterrado a mi hijo. Hoy, lo he enterrado con aquello que lo mató, y que más amaba… su teléfono.
Solía ver vídeos, chatear y tomar fotos con esa cosa desde el momento que se despertaba. Incluso cruzó la carretera con sus ojos pegados a la pantalla de su teléfono.
Los doctores dijeron que su muerte debió de ser instantánea y que probablemente no sintió ningún dolor. Y luego me dieron el teléfono de mi hijo. Parece ser que aún lo agarraba con fuerza cuando lo traían al hospital. No había ni un solo arañazo en él.
He leído sus mensajes y visto sus fotos. Me mostraron que era demasiado joven para morir. Pero también me enseñaron que era un buen chico, amigable y que vivía una vida feliz. Intenté encontrar consuelo de eso.
Antes de enterrarlo, coloque su teléfono en su chaqueta. Mi niño se veía como si estuviera durmiendo en su ataúd. Quería que tuviera todo lo que quisiera y ahora ya no había nada que darle.
Esa noche lloré como si hubiera perdido todo. Lloré tumbada en su cama, en su habitación, bajo ese póster que amaba de un Rolls Royce Phantom. Siempre decía que tendría uno algún día. Por la mañana fui hasta su tumba. Necesitaba estar con él. Me arrodillé y sollozé. Estuve ahí hasta que se puso el sol. Caminé luego a la parada del bus y esperé.
Había un cartel en la parada. Mostraba el teléfono que tenia mi hijo. Lo que lo había matado. No podía soportarlo. Tomé mi móvil y le escribí. Le dije: “Te quiero hijo. Te extraño.” Y luego lloré.
Luego mi teléfono pito y mi corazón dejó de latir. Miré mi teléfono. Lo miraba pero no entendía. Había recibido un mensaje de mi hijo. Mire al teléfono mientras mi cabeza daba vueltas. ¿Estaba mi hijo vivo? ¿Lo habíamos enterrado con vida? ¿Se habían equivocado los doctores? ¿Estaba mi hijo a dos metros bajo tierra intentando respirar?
Tenia escalofríos y me faltaba el aire. Estaba confusa, feliz y enfadada, todo al mismo tiempo. Lo sentí como una eternidad pero finalmente abrí la notificación del nuevo mensaje que venía del móvil de mi hijo.
Luego la abrí. Y grité. Decía: “Él es mío ahora.”

DONDE EL MIEDO CRECEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora