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ȻȺᵽ.20

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_Meliodas, mira._

La chica le extendió una hermosa flor dorada al chico, sonreía contenta mientras que a el demonio, solo le causaba ternura y sentía como su corazón se estrujaba cada minuto que pasaba en aquella cabaña, junto a esa pequeña diosa, ahora sin alas, que logra cautivar hasta al más vil de los demonios.

Meliodas:_Vaya, has encontrado un narciso, no son muy recurrentes por estos lados..._

La pequeña ladeo su cabeza, miró aquella flor, sonrió enternecido al ver lo hermosa que era.

_Narciso... Me gusta, encontré varios tipos de flores por aquí... Son sencillas, pero hermosas, me dan ganas de recolectarlas todas y adornar mi jardín de patatas con ellas para que todo sea más alegre._

El rubio observaba como la corona de la flor era acariciado con sumo cuidado por la chica, estaban afuera, el cielo estrellado era un espectáculo, la luna repartía su poca luz a aquella chica que vivía de las papa, su felicidad se completaba cuando el rubio la visitaba por las noches en aquella cabaña camuflada en el bosque, así como el domo.

Ella solía esperar sentada en la entrada a que él apareciera, para que juntos, tengan una velada divertida en donde las estrellas eran observadas y testigos de sus charlas sobre todo y nada.

Esa noche, Meliodas tenía algo que hacer. O su pequeña estaría en peligro. Su estómago estaba revuelto, grababa todas las facciones de felicidad del rostro de la pequeña diosa, quien se recostó en el césped admirando el cielo, cerró sus ojos disfrutando de la brisa veraniega, cuando sintió algo subiéndose encima de ella.

Meliodas:_Perdoname ___... Pero soy débil contigo._

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_Zeldris... ¿Qué pasaría si... Yo estuviera..._

Fue interrumpida por un golpe, algo o alguien estaba en el castillo, ambos se miraron entre sí para proceder a levantarse rápidamente y ponerse sus prendas.

Corrieron hacia la sala principal, preparados para lo que venga, la chica invocó a su espada y junto a Zeldris, vieron a un rubio destruyendo todo a su paso, sus ojos inyectados de ira podían congelarte del miedo, y eso es lo que logró con la diosa quien veía a aquel demonio destrozar todo el decorado de flores en el cual se esforzó y colocó su corazón en ello.

Comenzó a llorar, últimamente, estaba sensible, Zeldris vió esto y fue hacia su hermano quien estaba pasando a tener una forma demoníaca, los mandamientos, por alguna razón, estaban inconscientes en el suelo.

Ella fue hacia la gigante quien estaba encogida, Merlin veía todo preocupada, estaba claro, Meliodas perdió nuevamente el control, era cuestión de tiempo, para que todo al rededor, prácticamente desapareciera y fuera destruido.

Quería correr, pero tendría que pelear, al fin había conseguido estar libre de aquel rey, habían conseguido tener una vida sin tener ataduras que ella no quisiera. Quería llorar, sus ojos picaban mientras veía como Zeldris discutía y se cubría de los golpes que el rubio le daba sin ninguna pizca de piedad. Quería reír, prácticamente todo le salía mal, como diosa, nunca fue aceptada, siempre supo que era torpe y que no sobresalía, incluso con aquel rey que la salvó de caer en la demencia, se sentía incómoda con tanta exigencia, tenía que ser obligada a ser su peor parte, pero ahora, en aquel reino vacío, en aquel castillo, la paz que sentía con su esposo, era reconfortante, por primera vez, aceptaba sus dos partes, no era mala, quería algo de felicidad. Quería...