«𝚏𝚘𝚞𝚛»

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–¡Vamos, Al! ¡Por favor!– Rogaba el menor.

–Ya he dicho que no, esto es sumamente improfesional– El castaño esquivaba los brazos del italiano, retrocediendo cada vez que él se acercaba.

–La única razón por la que te pido ayuda es porque no quiero que sea profesional.

–Cualquiera sea el caso, no dejaré que me beses.

–Creí que eras asexual, ¿que acaso no debería importarte?

–No es así como funciona.

–¡Será solo uno!

Siguió persiguiendo a su amigo hasta que este colocó una mano en su pecho, manteniéndolo alejado.

–Escucha, podemos llamar a Husk o incluso a Charlie– Explicó.

–¡No! Tendría que explicarles lo que me pasa, y no pasaré por esa vergüenza.

–No es vergonzoso, todos le tenemos miedo a algo.

–Tú te avergüenzas de tu miedo.

–Estamos hablando de ti, y tú, no me besarás.

–Eres muy terco– Suspiró, sentándose en el sillón y aceptando la derrota.

Alastor se contuvo de hacer un comentario sarcástico, y se cruzó de brazos, sin acercarse.

Pensó en qué decir, pero por más que abriera la boca, siempre la volvía a cerrar.

–No sé qué hacer –escuchó a su lado–, es raro, debería comprarme un muñeco de tamaño real, como si tuviera siete años y estuviera practicando porque me gusta un chico.

–Oye, es extraño para ti, pero no es anormal, simplemente no es común– Se sentó y colocó una mano en el hombro del europeo, recibiendo una sonrisa a cambio.

Pero no demoró en desaparcer.

–Supongo que buscaré a alguien más, en alguna parte– Murmuró, apoyando la cabeza en sus manos.

Y, por alguna razón, esas palabras causaron que Alastor se inquietara. Se concentró tanto en lo que sentía, que no se dio cuenta de que lo único que su amigo hacía era intentar hacerlo sentir culpable.

–Tengo un trato que ofrecerte –dijo, captando la atención del rubio–, yo dejo que tus labios toquen los míos mientras quede entre nosotros y paras cuando diga que pares, ¿de acuerdo?

Con felicidad en su rostro, Ángel se levantó de sillón y comenzó a saltar.

–¡Sí! ¡Será genial!– Exclamó.

–Siéntate, estás avergonzándote.

–Vamos, es un festejo de alegría.

–No veo la razón por la cual hacer ese tipo de escándalo, comenzemos con esto de una vez.

Tardaron en acomodarse, quedando uno frente al otro en el sillón, dándose un poco de espacio.

Ángel respiraba hondo, y el castaño trataba de no pensarlo mucho, había besado a su anterior novia y no había sentido nada, los besos no hacían ningun efecto en él.

–Mientras dejes tus manos detrás de tu espalda en todo momento, no habrá problemas– Aseguró, sacándose los lentes para limpiarlos.

–No las moveré, palabra de honor– Sonrió, aún sin obtener la total confianza del contrario.

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