«𝚜𝚎𝚟𝚎𝚗»

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–¿Qué haces aquí?– Preguntó, casi en un murmuro para no llamar la atención de sus compañeros.

–He venido a buscarte, Ángel– Respondió, en el mismo tono de voz que el menor.

–¿Para qué? Tú dijiste que estaba listo.

–Lo estás, en efecto.

–¿Entonces por qué viniste? ¿Quieres ver como trabajo?

–¡No, no! Yo...– Dejó la oración en el aire, mirando a todos los trabajadores tras el actor.

Tragó saliva, intentando calmarse.

–¿Tú...?– Rió el contrario, abandonando un poco la tensión que sentía hace unos minutos.

–Preferiría hablar de esto en privado, si no es problema.

El rubio notaba los nervios del castaño, aunque eran tan disimulados que no creía poder haberse dado cuenta si no fueran amigos tan cercanos.

–Tal vez podríamos hablar de esto más tarde, estaba hablando con mi jefe y creo que está esperándome– Tratando de no demostrar la pena en su voz, decoró su rostro con la sonrisa más real que pudo.

Alastor dudó por unos segundos, pero en seguida sacudió su cabeza, negando.

–¡Por supuesto que no! No era nada importante de todas formas, sigue con lo tuyo, au revoire!– Sonrió como siempre sonreía y dió media vuelta.

El menor lo vio irse, y un poco apenado, volteó para volver a entrar al edificio.

Sin embargo, Alastor frenó sus pasos, quedándose parado a pocos pasos de la entrada.

Miró a su amigo, y apretó la mandíbula. Si no era ahora, tal vez no sería nunca.

Tomó aire, y a paso apresurado, regresó al edificio.

–¡Ángel!– Llamó, causando que el nombrado volviera hacia él.

–¿Al?

Se llenó de valor y se preparó mentalmente para lo que iba a hacer. Por que si lo hacía, debía hacerlo con la mayor elegancia posible.

Al estar lo suficientemente cerca del muchacho, le agarró la mano y sonrió.

Sin esperar a que la duda lo traicionara, le dio una rápida vuelta sobre su lugar y lo guío hasta que cayera en su brazo. Tal como en las películas que Ángel tanto disfrutaba ver.

–Alastor, ¿qué hacés?– Preguntó, sintiendo el calor en sus pómulos.

Sin respuesta, se acercó y unió sus labios, intentando no soltar todo el aire que estaba reteniendo.

El tiempo pareció frenarse por un momento, pero Alastor no demoró en levantarlo de vuelta y alejarse.

El rubio abrió los ojos como platos, sin saber cómo reaccionar.

Los pocos trabajadores que no se habían ido estaban estupefactos, con la boca sellada por el asombro.

–Alastor, ¿es esto otra práctica?– Murmuró, lamiéndose los labios con nerviosismo.

El mayor volvió en sí, olvidando la inseguridad del momento.

–Bueno –se aclaró la garganta–, digamos que no era la idea inicial, pero si así lo prefieres no tengo problema alguno.

–Jodido seas.

–¿Qué?

Lo sorprendió otro beso, mucho más confiado y con manos tirando del cuello de su camisa.

Duró más, pero no por mucho, ya que el actor comenzó a reír, impidiendo la cercanía.

–¿Estás bien?– Preguntó Alastor, extrañado ante la repentina acción.

–Sí, sí, es solo que no puedo creer que de verdad me hayas besado– Seguía riendo, preocupando al más alto.

–¿Por qué?, ¿hice algo malo?

–No, para nada, solo no lo esperaba.

Su risa disminuyó hasta convertirse en una suave sonrisa, mandando calor al corazón del locutor.

–Así que...– Miró hacia el piso, quitando la atención de su rostro.

–¿Quieres que seamos algo?– El rubio colocó una mano en el mentón del mayor y elevó su cabeza, volviendo a estar cara a cara.

–Me temo que podría incomodar tu trabajo.

–¡Cierto! Gracias por recordarme, ciervito– Corrió por la acera hasta frenar en la puerta del local.

Val estaba bajando las escaleras con Velvet a su lado.

–¡Oye Valentino!– Gritó, llamando la atención del superior.

–¿Si?– Lo miró, quedándose parado en la mitad de la escalera y con una mirada amenazante.

El rubio alzó su mano, sin importarle en lo absoluto, y le mostró el dedo del medio, entre risas.

–¡Renuncio, perra!– Soltó.

Todos se paralizaron ante tal acción, dejando el lugar en silencio.

Excepto por unas fuertes risas femeninas.

–¡Sigue tus sueños, bebé!– Exclamó su mejor amiga.

–¡Tenlo por seguro, cereza!– Respondió, dando una última mirada a su jefe.

Escapó del lugar, atrapando al castaño en sus brazos.

–¿A dónde vamos?– Sonrió el contrario, conteniendo una risa.

–Hay un café cerca de mi casa, es muy bueno.

Siguieron caminando mientras contaban chistes y Angel jugaba a no pisar las líneas, dejando que un nuevo romance floreciera entre ellos.
















...

d0u.

Aún queda una sorpresita 🤔🤔😳😩🤟😔👌.













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