Capítulo 2

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Aunque jamás se lo admitiré a ella, Marina tenía razón y no tener que llevarles cada mañana al colegio me deja algo más de tiempo para mí, especialmente para no ir tan apretada con todo lo relacionado con la universidad. Además, mi hermana también se había ofrecido a ir a buscar a Aidan a la salida del colegio, así yo no tenía que saltarme ninguna de mis clases. De lo único que me permitía hacerme cargo con respecto a ellos era llevar y recoger a nuestro hermano de su entrenamiento los jueves y únicamente porque ella tenía su clase de teatro.

Aunque no dejaba de sentirme un poco mal, me encantaba la relación que habían creado entre ellos. A pesar de que antes ya éramos bastante unidos los tres, ahora habían reforzado muchísimo más su vínculo. Se adoraban mutuamente, y yo me moría de amor viéndoles. Y sobretodo me encantaba verles felices, disfrutando juntos. Ahora incluso Aidan accedía a que fuera Marina quien le montase el espectáculo del cuento de buenas noches, cuando antes, pese a que ella llevaba haciendo teatro desde que tenía uso de razón y lo hacía infinitamente mejor que yo, jamás había permitido que otra persona que no fuese la tati Albi lo hiciese. Hasta ahora. Y eso me dejaba claro que el hecho de dejarles volar un poquito también les estaba haciendo bien a ellos, pues aunque Aidan era un niño bastante sociable, sus costumbre y rutinas no se las podías cambiar. Marina, por su parte, también me había dejado con la boca abierta, ahora casi todos los días se levantaba mucho más temprano, se preparaba ella, preparaba el desayuno para todos y el almuerzo de media mañana para que ella y Aidan se lo llevasen al colegio y ayudaba a nuestro hermano con aquello que él todavía no sabía o no podía hacer solo. Incluso había mejorado sus notas en estas tres semanas que llevaba haciendo esto.

—Alba, la semana que viene Aidan tiene que hacer una presentación junto a sus compañeros. Hay que hablar con sus padres para que queden y la preparen. —Me dice mi hermana, mientras preparamos la cena, para que cuando llegué mamá de trabajar, casi a las diez de la noche, cenemos todos juntos. Es el único momento del día en el que la vemos, así que la cena es un momento sagrado para nuestra familia.

—¿Qué compañeros?

—No lo sé, la verdad, me lo ha dicho de camino a casa. Supongo que lo debe tener apuntado en la agenda.

—Voy a preguntarle a ver. ¿Sabes que día tienen la presentación?

—Creo que es el miércoles.

Suspiro mientras me dirijo a la habitación donde Aidan debe estar jugando, antes de que le toque venir a poner la mesa. Apenas quedan cinco días para el miércoles y vamos a tener que hacer malabares para que pueda quedar con sus compañeros, pues mamá y yo trabajamos los fines de semana y Marina tiene teatro.

—Aidan, cariño, ¿tienes que hacer un trabajo con tus compañeros? —pregunto, adentrándome en su habitación. Él está sentado en su alfombra que parece una carretera gigante mientras juega con sus coches.

—Sí —responde, sin si quiera mirarme. Me siento a su lado, y cojo un coche para jugar con él. Es la única forma de que me preste un poco de atención.

—¿Sabes con que compañeros vas?

Su única respuesta es encogerse de hombros. Suspiro de nuevo. Es viernes y él lo sabe, porque es el único día de la semana que tiene permitido no hacer los deberes al volver de clase. Cojo su agenda de la mochila y reviso todo lo que tiene, por su suerte su profesora siempre les hace anotarlo todo, para que no se despisten y les podamos ayudar. Efectivamente, Marina tenía razón, tiene la presentación el miércoles y tiene que hacerla junto a tres compañeros: Lucía, Elena y Hugo. Ahora tengo que buscar como contactar con ellos, aunque creo que no va a ser una tarea muy complicada pues al principio de curso en el colegio siempre dan una lista con el teléfono de los padres de los alumnos. Me dirijo al corcho que tiene Aidan pegado en la pared de su cuarto, justo al lado de la puerta, donde tiene la lista colgada y busco el nombre de sus compañeros.

—Mi amor, ¿Lucía Ramírez o Lucía Fernández?

—Lucía Ramírez.

—Hugo Díaz. ¿Sólo hay un Hugo en tu clase, verdad? —pregunto volviendo a repasar la lista, en la que solo aparece una vez ese nombre. Mi hermano simplemente asiente—. ¿Y qué Elena es?

—No sé, tati.

Vuelvo a repasar la lista y bufo. Hay 3 personas con ese nombre en su clase. Joder, los padres ya podrían ponerles nombres más originales a sus hijos. Me vuelvo a agachar junto a Aidan en la alfombra, donde él sigue jugando y le muestro la lista.

—¿Cuál de ellas? —pregunto, señalando los tres nombres. Él analiza las palabras que está leyendo y finalmente me señala uno de los tres, aunque no parece muy convenido.

—¿Seguro, cariño?

Simplemente asiente. Anoto los teléfonos de contacto que hay en la lista en mi móvil y salgo de su habitación para llamar a las familias de los compañeros de mi hermano. Llamo primero a la familia de Lucía, y creo que ha sido la mejor decisión que he tomado en todo el día, pues por suerte su madre se ha ofrecido a organizarlo todo y me ha dicho que creará un grupo de whatsapp para que nos pongamos de acuerdo en el día y la hora. Ya más tranquila con este tema solucionado, me dirijo de vuelta a la cocina, donde Marina ya casi ha terminado de preparar la cena.

—¿Has averiguado algo?

—Sí, por suerte sí, pero no sé cómo lo vamos a hacer para llevarle al sitio al que tengan que ir.

—¿Por qué no hablas con los padres de algún compañero para que queden antes con él?

—No sé Mini, no me gusta tomarme estas confianzas. No conozco a ningún padre.

—¿Con qué compañeros tiene que hacer el trabajo?

—Pues con —digo intentando rememorar los nombres— Lucía, Hugo y Elena.

—¿Qué Lucía y que Elena, hay más de una niña con esos nombres en su clase?

Marina es la que lleva y recoge a Aidan todos los días ahora, por lo que debe saber quienes son sus compañeros y los padres de éstos.

—Lucía Ramírez y Elena ¿Lacunza?

—¡Hostia que guay! Elena y Aidan son muy amigos, siempre salen y entran juntos al cole. Seguro que si le pregunto a Natalia si le importa que queden antes no le importa.

—¿Quién es Natalia?

—Es la hermana de Elena, siempre la lleva y la recoge ella.

—No sé, Mini. He quedado con la mamá de Lucía que ella organizaría todo. Esperaremos a ver cuándo y cómo quedan y si es necesario hablamos con Natalia, ¿vale?

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