En comparación con nuestro pequeño y humilde piso, la casa que tenía ahora mismo frente a mí era una mansión. Una de por lo menos tres pisos —si es que no hay ninguno que no esté a la vista—, y que aunque no lo puedo apreciar estoy muy segura de que tiene un enorme jardín con piscina. Nosotros, en cambio, vivimos en un tercer piso sin ascensor en un edificio no muy agradecido que tan solo cuenta con baño, tres habitaciones, una pequeña cocina y un salón-comedor.
Elena, Aidan y yo nos acercamos a la puerta principal y tocamos el timbre. En realidad, Marina me había dicho que le escribiera un mensaje a Natalia cuando emprendiera el camino hacía su casa para que ella nos esperara en la puerta, pero me pareció totalmente innecesario molestarla antes de si quiera haber llegado. Aunque ahora me estaba arrepintiendo porque ya habían pasado unos minutos desde que habíamos tocado el timbre y nadie había abierto la puerta.
Elena respoló. —Seguro que Nati está con la música a todo volumen como siempre. Picas otra vez, por fi, Alba.
Hice lo que me pidió la pequeña rubia y nos mantuvimos nuevamente a la espera de que apareciera su hermana. Sin embargo, otra vez, parecía que no lo había escuchado, así que me decidí a enviarle un mensaje. Pero justo cuando estaba buscando su número entre los contactos de mi móvil, se abrió la puerta y por ella apareció una chica muy alta y delgada con el pelo moreno que me imaginaba que debía ser Natalia y en sus brazos llevaba a otra pequeña rubia con el pelo larguísimo que no debía tener más de 6 años, las dos iban con el pelo mojado y revuelto. Se acercaron hasta donde estábamos nosotros y saludaron a Elena con un abrazo de oso y un beso.
—¡Hola, campeón! —Le dice la chica morena tras saludar a su hermana a Aidan, haciendo caso omiso a la riña que le acababa de hacer Elena por su tardanza y todavía con la otra niña en sus brazos, se agacha a la altura de mi hermano y eleva su mano para que él la choque—. Hola, soy Natalia —Se dirige esta vez hacía mí. Es una chica muy guapa: tez blanca, alta delgada, de complexión atlética y con una melena negra que le llega a la altura de los hombros. Y aunque sus ojos son de un marrón muy común los tiene muy bonitos—. Siento haber tardado tanto, pero esta pequeñaja nunca quiere salir de la bañera y se nos ha ido el santo al cielo.
Eso explicaba el por qué de sus melenas mojadas y alborotadas.
—Alba —respondo con una sonrisa sin dientes, pero sincera—. No te preocupes, tampoco has tardado tanto y, además, no te he avisado como quedaste con Marina. Debería haberlo hecho, pero no quería molestar.
—¡Que tonta! ¿Cómo me va a molestar cualquier persona que se preocupe por mi hermana?
Esta vez sí que le respondí con una sonrisa que mostraba todos mis dientes. Entendía y compartía perfectamente ese sentimiento: cualquier cosa que tuviese que ver con mis hermanos jamás sería una molestia para mí, incluso en los momentos en los que quería estar sola.
—Lo tendré en cuenta —respondo de forma sincera mirándola a los ojos. Ella me sonríe y yo desvío mi vista hasta la niña que nos mira desde sus brazos. Es una niña guapísima, con una melena rubia que casi le llega al culo y con unos ojos de un azul tan clarito que en cualquier momento parecía que se fueran a romper. Además, tenía muchas pequitas esparcidas por toda la cara—. Hola —hablo dirigiéndome a ella—, soy Alba, ¿cómo te llamas tú?
La niña en lugar de responder a mi pregunta se esconde todavía más en el cuello de Natalia. Debe ser bastante tímida ya que desde que las dos salieron de la puerta no había abierto la boca en ningún momento. Y me estaba recordando mucho a Marina cuando era pequeña y todavía no se había convertido en la relaciones públicas que es ahora. Mi hermana empezó con el teatro gracias a los espectáculos que montaba mi padre para explicarnos los cuentos, pero también como terapia contra la timidez y logró superarla y con creces, porque ahora no tiene ningún problema en hablar con alguien, le conozca o no. Sin embargo, antes de eso era tan tímida que ni siquiera era capaz de levantar la vista del suelo, ni siquiera cuando le hablaban a ella directamente. Siempre había que ayudarle a que respondiera y, aún así, lo hacía con el mínimo de volumen de su voz y con su vista todavía enfocada en el suelo. Le costaba hablar hasta con su psicóloga y con sus maestras. Tan solo con mi madre, Aidan y conmigo lograba hablar con normalidad.
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Explosión
Teen Fiction¿Qué pasarías si descubres que tu padre os ha abandonado a tu familia y a ti para formar otra? Alba Reche es una joven de 18 años que tuvo que madurar a la fuerza para poder sacar adelante a su familia después de que su padre les abandonase. Ha repr...