De fiesta.

167 15 3
                                    

—¡Me cago en diez! —masculló Kangin propinando un golpe en el pecho a Yesung, que estaba sentado junto a él en la mesa que solía ocupar la banda—. Estoy perdidamente enamorado. ¡Fíjate en esa mujer!

Conociendo como conocía el tipo de mujer que atraía a Kangin, lo ignoré deliberadamente mientras servía a los chicos sus cervezas. Observé a Hyukjae por el rabillo del ojo. Él también me miraba de refilón. Tenía aspecto... resignado. Estaba preocupado por la forma en que se comportaría conmigo, después de la conversación que habíamos mantenido esa mañana en la cocina. Pero me había llevado en coche a la universidad, como siempre, me había recogido más tarde, como siempre, y me había acompañado al trabajo, como siempre..., aunque había estado más callado que de costumbre. Yo le había dicho que no era necesario, y él me había mirado con una expresión como diciendo: «No seas tonto. Puedo seguir llevándote en coche a dónde sea..., puesto que seguimos siendo amigos». En todo caso, así fue como interpreté su mirada.

Me preguntaba en qué estaba pensando cuando observé que Kangin sonreía como un idiota y se enderezaba en la silla. Lo miré con curiosidad, cuando de pronto unas manos me taparon los ojos.

—¿Quién soy?
Aparté las manos de golpe y me volví al instante.
—¡Yuri! —exclamé abrazando a mi hermana—. ¡Cielo santo! Íbamos a ir a recogerte al aeropuerto mañana. ¿Qué haces aquí? Yuri me miró brevemente y luego miró a Hyukjae, que estaba sentado con aire despreocupado a la mesa cerca de ella, observándonos.
—Tenía tantas ganas de venir que tomé un vuelo que salía hoy. Pasando por alto en quién se había fijado mi hermana, y el carraspeo impaciente de Kangin —estaba claro que esperaba que yo se la presentara—, me aparté un poco para mirarla. Mi loca e impulsiva hermana tenía el mismo aspecto de siempre. Teníamos un rostro casi idéntico, con los pómulos un poco pronunciados y la nariz respingona de nuestra madre, pero allí terminaba la semejanza. Ella era muy alta, casi tanto como Siwon, y realzaba su estatura con unos atractivos zapatos negros de tacones

vertiginosos. Su cuerpo era voluptuoso, y ella lo realzaba con un vestido rojo increíblemente ajustado. Suspiré para mis adentros; parecía como si acabara de bajarse de una pasarela, no de un avión.

Tenía unos labios perfectos, pintados de rojo vivo, el mismo color que su vestido. A diferencia de mi pelo castaño oscuro y rebelde, el suyo, de un castaño tan oscuro que parecía casi negro, era tan lustroso que cuando se movía rielaba como la superficie ondulante y reluciente del agua. Aquel día lo llevaba recogido en un estilo informal con una pinza. Los mechones que le caían sobre los hombros tenían unos reflejos de color rojo vivo como su vestido.

Tomé un mechón rojo vivo. Bueno, no todo seguía siendo igual en mi hermana.

—Esto es una novedad —dije sonriendo—. Me gusta.

Ella se encogió de hombros, sin apartar la vista de Hyukjae, quien, para mi enojo, la miraba también atentamente.

—Estuve saliendo con un peluquero —se volvió hacia mí sonriendo de forma deliciosa—, durante aproximadamente una hora. —Oí a Kangin emitir un gemido libidinoso a mi espalda.

Suspiré de nuevo mentalmente. Mi hermana era provocativa y le gustaba la aventura. Era todo lo que yo no era. Mis padres nunca se referían a ella sin añadir unos elogios tan encendidos como «guapísima», «preciosa» y «espectacular», aunque al final de la frase solían apostillar: «¿En qué lío se ha metido ahora?» Yuri era demasiado atractiva y seductora, y yo tenía que presentársela a mi compañero de piso no menos atractivo y seductor.

—Chicos, esta es mi hermana...

—Yuri —me interrumpió ella, apresurándose a tender la mano a Hyukjae. Mi hermana no tenía nada de tímida.

InconscienteWhere stories live. Discover now