segundo

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Un golpe en seco retumbó en el lugar, el sonido de los huesos chocando, rompiéndose, resonó como eco en una cueva.

  La sangre no tardó en hacer acto de presencia, resbalando por las paredes hasta el suelo. El apagado color sucio de las paredes quedaron manchadas con el brillo rojo algo espeso. Lo que antes era de un color marrón oscuro, lleno de manchas de suciedad y polvo, ahora era brillante y reluciente, con sangre como decoración.

  Para él aquello no era más que una imagen digna de retratar. Tomó con fuerza los largos cabellos castaños, tirando con tanta fuerza que varios mechones salieron de raíz del cuero cabelludo, y volvió a estrellar la cabeza contra la dura superficie. El hombre joven mantuvo en todo momento su expresión seria, mirando con asco el cuerpo ya deformado que tenía a su merced.

   —¿Te has quedado sin habla ya? —preguntó con voz fría, sin ningún rastro de estar conmovido, sin vida.

  La mujer lo miró con desesperación, abriendo su boca como pez fuera del agua. El terror emanaba de sus ojos, asustadiza ante su inminente final. Se movía desesperada, luchando por mantenerse despierta. Quería gritar, correr. Se sentía como una simple liebre en boca del depredador, no era más que una víctima en las fauces del monstruo.

  Hizo todo intento humano por gritar con desespero, pero era inútil. Las manos del hombre se encajaron con tanta fuerza en su garganta que la dejó sin habla, sus cuerdas vocales estaban tan rasgadas que le sería imposible hablar, si llegase a salir vida, necesitaría semanas de recuperación para tener hablar con normalidad una vez más.

  Pero en esa situación, parecía una simple fantasía seguir con vida.

  Un extraño alarido escapó de sus labios, pero el dolor en su garganta no se comparó con el infierno que sintió cuando la navaja se incrustó en su abdomen, una, dos, tres apuñaladas junto a su ombligo descubierto y la sangre comenzó a brotar con más fuerza. Pero no se detuvo ahí, tomando el mango de la navaja, el hombre trazó una línea por todo el estómago de la mujer, formando una sonrisa macabra en su vientre.

   —Mírame cuando te hable, zorra.

  La fémina negó varias veces, el mareo se intensificó, pronto perdería la conciencia para siempre. Su cuerpo estaba quedando sin vida, dando sus últimos respiros en este mundo. Iba a morir, podía sentirlo, iba a morir a manos de ese monstruo.

  En sus circunstancias, era lo mejor. Tenía todo el cuerpo lleno de cicatrices que nunca cerrarían. El atacante la marcó como si fuera un pizarrón y la navaja el marcador. Las heridas en sus muslos y hombros eran superficiales, pero notables. Su mejilla tenía una larga herida sangrienta que recorría desde su frente al mentón, manchando de rojo la visión de su ojo derecho.

  Rezó a todos los santos en los que creía porque su martirio acabara pronto. El monstruo estaba allí, presente para devorarla.

   —No deberías sorprenderte, es lo que les pasa a las putas como tú.

  El hombre, que cargaba un gran saco color negro, oscuro como sus ojos que brillaban al ver.la sangre, la soltó. El peso del cuerpo moribundo calló, deslizándose hasta caer en el suelo. La mujer no tenía suficiente fuerza para mantenerse de pie.

   —Debiste pensar en una situación así antes de volverte prostituta.

  El atacante guardó su navaja, lanzando una ligera sonrisa ante la imagen de la mujer con poca ropa, nada más que un sostén cubriendo sus pechos manchados de su propia sangre. A piernas abiertas, con sus muslos llenos de heridas hechas por su navaja y uñas que se enterraron allí. Su vientre, con una sonrisa macabra que casi dejaba ver el interior rojizo de su interior, brillante, como la sangre que caía de su nuca y rostro. Tan débil, a su control como un simple juguete viejo que pronto olvidaría. Se deleitó con saber que él era el causante, que él tenía el poder absoluto en esa vida. Tal vez así se sentía Dios, pensó con ironía. Y si todos eran sus hijos, entonces tenía ese derecho. Daba vida, y podía quitarla.

Christmas Dinner── ⋙NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora