quinto

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  Después de que dejó de decir esas palabras, JaeMin acercó su rostro y aspiró profundo en el cuello de Jeno. Subió con lentitud, uniendo ambas bocas en un beso forzoso y húmedo. No dudó en meter su lengua en la cavidad de Jeno, rasguñando sus hombros a la par que movía sus labios.

  Jeno empezó a mover su cabeza de un lado a otro. No quería besar a JaeMin, no quería volver a tocar los labios que hace tan poco tiempo eran deseables. Se sentía asqueado, los escenarios narrados por JaeMin no paraban de representarse en su mente. El pelirosa lo sujetó fuerte, obligándolo a seguir el beso que lo estaba dejando sin aire.

  El pelinegro mordió con todas sus fuerzas en labio inferior del menor en cuanto tuvo la oportunidad, tirando de él para alargar el dolor. Tan rápido como lo hizo, un sabor conocido llegó a su boca; sangre, sangre de JaeMin que cayó en su propia boca.

  JaeMin se separó, soltando maldiciones en voz baja en lo que tocaba la herida en su labio. Sus dedos quedaron manchados de sangre, la cual se dedicó a lamer a los ojos del mayor.

  Jeno se sintió enfermo, el asco empezó a crecer en su estómago. Estaba mal, estaba fuera de los parámetros de lo normal. Pero aquella imagen lo excitó, lo excitó de manera que su pene, que hace tiempo pasó a segundo plano, volvió a palpitar con deseo.

   —Ah, Jeno, cariño. Creí que ibas a cooperar, pero veo que debo...adormecerte un poco.

  Jeno negó varias veces, observando a JaeMin caminar para abrir un cajón. Sacó una jeringa, junto con un pequeño envase con un líquido extraño. Lo preparó todo, apuntando la punta afilada del objeto hacia él, del extremo unas pequeñas gotas caían.

   —JaeMin, no, por favor. ¿Qué es eso? ¡JaeMin ¿qué es eso!?

  Antes de responder, JaeMin tiró de su cabeza, dejando expuesto su cuello y hombros. Clavó el filo de la aguja justo ente ambas partes, cerca de su hombro derecho. Jeno gimió de dolor al sentir el líquido ardiente entrar en su torrente sanguíneo.

  El pelirosa lo soltó. Todo a su alrededor empezó a dar vueltas una vez más. No cayó dormido, sólo sentía su cuerpo muy pesado, aunque estuviera desatado, no tendría fuerzas para correr.

   —Tranquilízate, Jeno tonto, no tendría sentido matarte tan fácil —bramó JaeMin, tirando desde la parte de atrás la silla por todo el pasillo del departamento—. Ya te dije, no soy un tonto. Tú tienes más fuerza que yo, no me podía permitir soltarte sin una ayuda extra. Creí que querrías cooperar, pero como hoy estás algo travieso...Bueno, ya ves cómo son las cosas.

  Jeno miró hacia todos lados, las cosas se veían más grandes, más lejos. Su vista estaba borrosa, y su cuerpo comenzó a sudar. Soltaba suspiros mientras sentía su cuerpo ser movido por todo el lugar.

  Para cuando pudo concentrarse bien, descubrió que estaba en un nuevo escenario. Estaba en su habitación, la habitación donde ambos dormían. Pero tenía una decoración distinta. Estaba llena de luces oscuras rojas, creando un ambiente tenebroso. Las tonalidades de rojo cambiaban de vez en cuando, permaneciendo siempre en tonos bajos. Sobre la cabecera de la cama, e iluminando partes del techo, habían luces doradas. Muchas luces pequeñas color dorado, que resplandecían en la oscuridad.

  Empezó a llorar nuevamente, deseando que todo no fuera más que una pesadilla. El pelirosa se sentó frente a él, mirándolo con una sonrisa.

   —No estés triste, Jeno-ah, prometo hacerte sentir bien.

  El pelinegro levantó jadeante la mirada, su pecho subía y bajaba con dificultad viendo esos vacíos ojos.

   —Estás loco, Na JaeMin.

Christmas Dinner── ⋙NOMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora