Capítulo 7

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Se dejó caer en la cama, sonriendo cual adolescente enamorado, rozando sus labios, sintiendo incluso los vellos de los alrededores queriendo salir. Debía afeitarse. Suspiró y con pereza arrastró sus pies hasta el baño, preparó todo lo que necesitaba y tomó una toalla para colocarla en su cuello.

— ¡Mierda! — Exclamó mirando su toalla, recordando que no había cambiado las del baño de Jungkook.

Él era el único autorizado a cambiarlas pero al estar todo el día junto a él, había olvidado por completo colocarle nuevas toallas. Corrió en busca de ellas y fue a la habitación del pelirrojo, tocó pero no recibió respuesta y tras un leve aviso, entró.

Las luces estaban totalmente apagadas pero podía ver la claridad que emanaba desde el baño junto al sonido de la ducha. Tragó saliva al recordar lo que terminó haciendo la última vez que eso ocurrió pero, haciéndole frente a su nerviosismo, caminó para dejar las toallas en la mesita al lado de la ducha.

Se estaba retirando cuando el ruido del cristal lo hizo ver hacia donde no quería, encontrándose con Jungkook mirándolo fijamente a través de los empeñados cristales, apoyando su cabeza en una de las paredes, entreabriendo su boca totalmente perdido de sí. Con la vista, el rubio recorrió todo su cuerpo, hasta llegar a aquel lugar que estaba siendo envuelto por los dedos de su jefe.

Su pecho ascendía y descendía como si hubiese acabado de correr cuatrocientos metros planos, el dióxido de carbono que expulsaba por la boca era tan caliente como el vapor de aquella agua.

Volvieron hacer contacto visual con aquel cristal de por medio, mientras que Jungkook, se masturbaba con parsimonia, completamente centrado en ese rubio que mordía sus labios y disfrutaba de la vista de su masculinidad. Si aquellos besos lo habían excitado, ser agarrado infraganti lo estaba enloqueciendo. Saber que se estaba tocando por y para él, lo tenía descontrolado.

— Tae... — Gimió aumentando el ritmo de la mano que estimulaba su glande, mientras la otra apretaba suavemente sus testículos. — Tae.

El aludido estaba igual de ido hasta que vio como su esencia colisionaba con la pared transparente. El miembro de Jungkook era tan perfecto como su cuerpo y el resto de él, tanto, que sentía su vientre arder. Dio dos pasos hacia atrás y escapó de aquel lugar.

— ¡Taehyung! — Exclamó al ver lo que había hecho. — Mierda...

Lo que había construido con las manos lo desbarató con los pies. Debió detenerse en el momento que se dio cuenta de su presencia, tuvo que haber sido más racional y menos animal pero simplemente ver al rey de sus imaginaciones delante de él, tan próximo tan cerca que casi podía sentir su aroma, lo había hecho perder el control.

Secó su cuerpo y envolvió en el albornoz para buscarlo, lo mínimo que podía ofrecerle era una disculpa por ser tan imbécil. Eran hombres y ambos sabían lo que hacían pero por respeto, no debió ser tan descarado cuando ellos aún no eran pareja.

A pasos lentos y algo temeroso caminó hasta su puerta, pensando la forma más correcta para disculparse pero, tal cual aquella vez, pudo escucharlo. Podía sentir los ahogados gemidos de Taehyung detrás de la puerta pero, no solo eso, su nombre también podía escucharse.

— Ábreme, por favor. — Pidió tocando la puerta, sobresaltando al rubio que buscó recomponerse.

— Me estoy yendo a bañar, — mintió aunque no del todo. — ¿Necesita algo?

— Que abras la puerta en este instante. — Su tono fue firme, tanto, que sin poderse negar, Taehyung abrió la puerta, encontrándose con uno brillos ojos color azabache asechándolo. — ¡Dios!

MayordomoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora