SERÁS INQUEBRANTABLE | (PAUSADA)

Capitulo 3

Capitulo 03

BRANDON MCCALLISTER

Al bajar del jet, y sentir la brisa fresca de Milán, me hace sentir un poco de tranquilidad después de todo lo que me ha estado agobiando.

Nunca imaginé que el meterme en carreras y peleas clandestinas por ayudar a mi mejor amigo me hubiese costado la vida de mi hermano, mi apellido, y unos nada agradables recuerdos.

Sin embargo, no todo es malo, debido a que igual unimos nuestros lazos de amistad.

Crawford y yo ahora no sólo somos mejores amigos, igual somos hermanos.
Loren y Fiorella se volvieron grandes amigas, inseparables diría Crawf.

Pero igual me regresó amistades como Vicent y Ryder.
Amistades que jamás creí tenerlas, pero hoy en día siguen conmigo.

Justo ahora Crawford y yo estábamos en camino al Hotel Garbullo, intentariamos quedar cerca a Vic y Ry.

Por nuestra mente nunca pasó que pudiese ser una trampa, en todos los años que llevo conociendo a Vicent y Ryder, me di cuenta que eran chicos muy leales a sus amigos, y respetaban a cada persona, sí, les gustaba mucho la fiesta, pero eran chicos increíbles.

Al llegar al Hotel Garbullo, me di cuenta que era un lugar muy concurrido, eso era algo singular, al igual, que me di cuenta que no había cualquier tipo de gente aquí, había gente de un sólo tipo, delincuentes, gente que está metida dentro de la mafia de todas partes del mundo, gente millonaria, si su pregunta es porqué rayos lo sé, es porque reconozco a muchas personas que entran y salen del hotel, gente que estuvo o posiblemente sigue involucrada con Arthur Grillaldi.

Pobre viejo tonto.

¿Cuáles serían las razones de Vicent y Ryder de traernos a un lugar como este?

Llegamos a la recepción del hotel, frente a nosotros todo era elegancia en su máximo esplendor, elegancia con sangre de bajo, porsupuesto.

Un hombre muy elegante y distinguido se encontraba detrás del recibidor con computadora, al vernos a Crawford y a mí, nos sonrió, de una manera un tanto frívola y macabra.

Y dijo:

—Señores Sharman, justamente a quiénes estábamos esperando— tomó el teléfono del hotel y marcó, segundos después respondieron.

—Sí, aquí están— dijo el hombre, se miraba emocionado por lo que hacía— los haré subir en un minuto, señor.

Y colgó.

Entonces sin mirarnos nos entregó una llave muy sofisticada, que decía 306.

—Espere, ¿qué está pasando?— dijo Crawf sin comprender lo que estaba sucediendo, al igual que yo.

—Tienen en reserva la Suite 306, para ustedes desde hace una semana— Crawford y yo nos miramos mutuamente y simplemente nos encogimos de hombros, y aceptamos la llave— que disfruten su estadía en Italia.

Dijo con ese acento tan sofisticado y macabro a la vez.

Tomamos nuestras maletas, pero unos hombres nos interrumpieron diciendo que subieramos directamente a la Suite 307, que cuando regresaramos estaría nuestro equipaje.

Okey, esto es raro.
Sin embargo, fuimos.

   ***

—Me han dicho que ya llegaron—dije sin creer que mis amigos se hayan tardado una semana entera en llegar desde que envié aquel correo.