ONE SHOT!

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Lugar: Algún fantasmagórico lugar olvidado por Dios

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Lugar: Algún fantasmagórico lugar olvidado por Dios.
Fecha:  24 de diciembre, año 1985

—¿Escuchaste lo que dicen de ellos?— comentó la mujer bajo las luces  viéndolos bailar, sentada al rincón de la pista con su amiga, la cuál tenía problemas al escucharla. — Dicen que hay un amorío entre ellos, varias personas los vieron en pleno acto la semana pasada en el callejón de la ferretería de Luis. Además, mira como se mueven.— varió la castaña con su español,  su compañera alzó una ceja y lo intentó negar.

—¡Ay pero Graciela estás loca!—  exclamó en un español cubano. Los ojos mieles de su amiga destellaron junto a su sonrisa.

—Lily, es verdad. Te dije que los mires...— rueda los ojos y las dos se quedan sin apartar sus miradas de la pareja que se dejaban llevar, el rubio levantaba sus brazos y los agitaba junto a su cuerpo con sus movimientos tan delicados y eléctricos. Su piel tenía un efecto perlado gracias al sudor, pero no parecía cansado. Era una droga verlo moverse de esa manera.

Su compañero podría estar de acuerdo con eso. Sus ojos sedientos y sus mejillas sonrojadas bajo la poca iluminación lo hacía ver cómo si fuera un ángel, varios presentes veían como tomaba su cintura en algunos momentos y la acariciaba con una dulzura inextricable, antes de dejarla como si de un fuego abrasador se tratase.
Quemaba tanto su amor.

En un momento de la calurosa noche, las mujeres sentadas en el rincón junto a sus bebidas vieron cómo el rubio de porcelana se fugaba aferrándose a la mano del más alto, como si nunca hubieran estado en ese lugar.

Había risas en ese callejón desolado y oscuro, se derrumbaron en una pared de ladrillos respirando pesadamente y mirándose con estrellas fugaces en sus ojos.
—Vas a enfermarte— dijo Otabek con la voz ronca y la garganta tan seca como el desierto. Tragó saliva.

—¿En pleno verano? ¿Estás seguro?— respondió el de ojos verdes besando su mejilla bronceada y húmeda. —Vayamos a casa, creo que nos divertimos bastante. — entrelazaron sus dedos antes de levantarse y disponerse a recorrer las calles en busca de su hogar  temporal.

Un silencio precavido se hizo presente en la noche, los vecinos del pueblo se las pasaban con las historias ajenas y no querían armar un escándalo, ya los habían casi atrapado una vez. No querían levantar sospechas y estar en la boca de todos.
Solamente las cigarras creaban melodías en la ausencia de las voces.

Fue un alivio cuando la puerta del departamento se cerró a sus espaldas, una ventisca de aire cálido revolvía el ambiente de la habitación y la luna iluminaba sus rostros.
Yuri se despejó de sus ropas siguiendo una canción inexistente, jugueteando con sus piernas y estirando sus brazos como antes.
Otabek lo observaba estático.

«Está loco y lo amo. » pensó sin ser capaz de realizar un movimiento coherente, no era valiente para acercarse y bailar con él ni tampoco quería interrumpir su pieza de movimientos armoniosos.
Su cuerpo porcelana, casi desnudo se dirigía al baño. Sonrió coquetamente, tal como sabía hacer y lo acechó con su mirada esmeralda.

[ WEST COAST ] otayuriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora