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Jess $_$: ¿Dónde estás?

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Jess $_$:
¿Dónde estás?

Jess $_$:
¿Max?

Yo:
Llegando a casa.

Jess $_$:
¡Es muy temprano para que estéis allí!

Yo:
Nadie está en casa ahora, Michael tiene una obra de teatro en la escuela.

Jess $_$:
Ok.

¿Ok?

Que le den...

Guardo el móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón y abro la puerta. La casa está a oscuras solo una tenue luz entra por las cortinas de la sala; un pequeño rastro de luz se puede detectar, el cuarto de lavado; la señora Collins debe estar ocupándolo.

Hundo mis hombros y tiro el casco de la motocicleta en el pequeño sofá individual de la sala, y cuelgo las llaves.
Abro el refrigerador, las botellas de cerveza desfilan en la primera parte de esta. Tomo una, luego la llenaría de agua, la sellaría y enfrentaría la furia de papá después de gozar.

Abro la puerta del sótano y me adentro en mi cuarto. La carente iluminación en el, hace que choque con el inicio de mi cama, un tanto fuerte pero soportable; me deshago de la chaqueta, los pantalones, la camiseta y las botas.

Luego recuerdo.

El pestillo no está puesto.

Y el ama de llaves en cualquier momento puede entrar y verme en sujetador y bragas amarillas.

Me coloco los audífonos reproduciendo un sencillo de la banda en la que tocaba... hace medio mes atrás, ahora todos nos hemos separado, cada uno volviendo al lugar donde empezó, todo. Llego a la puerta y coloco el pestillo, tocando una batería imaginaria.

No podía tocar la verdadera porque se supone que estos momentos debería estar contando átomos con el maestro de química en mi primer día de clases.

En la escuela donde asistía Michael, los pequeños críos estuvieron gastando saliva en sus ensayos todas las vacaciones para estrenar blancanieves y los siete enanos el primer día de clases.

Michael era uno de los venados.

 
Ni siquiera un bendito enano, sino un venado que aparecía en la escenografía. Bueno la segunda parte de ese animal, la trasera.

Observo a mi alrededor; una que otra bolsa de frituras en el piso, medias negras esparcidas junto al canastillo de ropa, mis baquetas perdidas en la montaña de ropa, polvo en la batería y mi cama revuelta.

Parece que el momento más importante de mi adolescencia había llegado, limpiar mi habitación. Pero todo se fue al desagüe cuando mi celular empezó a vibrar y alumbrar como loco, recordándome que aun existe en la tierra una persona más importante que el orden en mi entorno.

Almas Rotas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora