Capítulo siete: Ilusiones.

786 80 27
                                    

Estigmas. 
Capítulo siete: Ilusiones. 

El presente no existe, es un punto entre la ilusión y la añoranza. 
Llorenç Villalonga (1897-1980). 

«—¡No me voy a rendir, Itachi!, ¡Maldita sea, no lo haré!, ¡Voy a escapar y te haré pagar por todo esto!, ¡No podrás conmigo 'ttebayo! — bramó con cólera, un monstruo en sí parecía recobrar el sentido, fijar su meta y odiar con demasía a su verdugo. No se iba a quebrar, iba a matarlo, iba a volver a ver a su padre y a su madre, pero sobre todas las cosas su hijo iba a conocer a Sasuke».

 

Deidara estaba por subir el piso hacía su habitación, cuando una de las chicas de la servidumbre se disculpó por estar limpiando las habitaciones superiores. Le restó importancia mientras tomaba su móvil para marcar a su esposo. Recordó a su amiga burlarse por siempre estarle pidiendo permiso para hacer sus movimientos, que no escuchó cuando el clic de la llamada de escuchó. 

—¿Estás ahí?

—Sí, perdona — contestó con calma, queriendo restar importancia a sus recios pensamientos negativos. Trató de pensar en algún momento en que su esposo no hubiera sido tan posesivo con el antes, pero sus recuerdos se negaron a aparecer. «No es como si por arte de magia fueran a aparecer ahora» pensó.

—¿Cómo está Mizumi?

—Ella te extraña — dijo evocando su reciente conversación. Mizumi tenía cierto favoritismo a su padre, seguía sus pasos como el pequeño polluelo que representaba. En ocasiones sentía cierta envidia a las circunstancias.

—¿Y tú no?

—Puedo darte el beneficio de la duda 'ttebayo.

Escuchó su dulce risa por el auricular y su corazón dio un pequeño estremecimiento de felicidad. ¿Cuántos años tendrían juntos? Sonrió al pensar en sus sentires, pensando en la bienvenida que podría darle, en los momentos que pasarían y tal vez, en la creación de un nuevo integrante a la familia.

—No podrías durar más tiempo sin mí.

—¡Qué humilde eres! — respondió avanzando por el pasillo hasta llegar a uno de los muebles de decoración. Dentro de unos de los cajones encontró la invitación que buscaba —. ¿Cómo está Kuro?

—Demasiado hiperactivo, he perdido sus pastillas.

Dudaba mucho que así fuera, estaba completamente seguro que su hijo se había desecho de ellas en la primera oportunidad; odiaba que le quitaran energía. Deidara prefería acabar con esa potencia en actividades extraescolares y paseos nocturnos por el parque, que hacerle tomar aquello que no le gustaba.

—Deberías llevarlo a correr 'ttebayo — farfulló pasando la elegante tarjeta entre sus dedos.

—Creo que su tío y abuelo pueden encargarse de ello — respondió evadiendo el tema. El rubio había oído el leve sonido de una puerta ser cerrada, para escuchar un leve susurrar: — podrías decirme que traes puesto.

—Idiota, pervertido.

—No es como si te fuera indiferente, Deidara.

Escuchar su nombre dicho de esa manera le mareaba, le daba naufragio, pero al mismo tiempo le daba ilusión, la sensación de saberse amado en un ciclo que a penas recordaba. Cerró los ojos esperando escuchar aquello que le daba sentido a su existencia: 

EstigmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora