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2:07 a.m.
Casa de Lance, Altea





Si Keith tuviera que elegir un momento en su vida como el mejor, sin duda sería este. Siempre imaginó que una relación con el cubano sería por demás gloriosa y excitante, se recordaba en la academia de pilotos envidiando a cada dama que lograba capturar la atención del chico, buscando que él lo contemplara con esa sonrisa pícara y le lanzara sus más baratos pero tiernos coqueteos.

En vez de eso, de alguna forma Lance lo malinterpretó y lo tomó como su rival. No era tan malo para él en aquel entonces, después de todo el moreno le dedicaba tardes completamente a él (aunque sea para odiarlo). Y es que, antes de él nunca había sentido una incesante sensación de buscar que alguien lo mirara, de sentir que su corazón latía como loco cuando estaban ratos solos, de pensar como desesperado en la manera de sacarle una sonrisa.

Había escuchado hablar del primer amor y que es inolvidable; pero nunca creyó tener que someterse de verdad a él y cuando por fin aceptó que tenía sentimientos por Lance, se sintió inocente y vulnerable ante el McClain. Ni siquiera había tenido la necesidad de experimentar una relación hasta que llegó él. Se sintió afortunado de estar aquel día en el león azul junto con él, le dejó un atisbo de que quizás, esta vez por fin lograría estrechar relaciones con el moreno.

Luego sucedió lo de Allura y él, después Keith obsesionándose con recuperar a su eterno líder Shiro y bueno, la idea de que algo pudiera llegar a existir entre ellos se quedó detenida ahí como la cinta de una película que se atora de repente.

Pasó noches con otras personas y extraterrestres; pero a decir verdad no se acordaba de la mayor parte de ellas, sólo podía evocar la sensación de su cuerpo relajado después de una noche de desenfreno. Prefería ese tipo de noches a...

Se limitaba a llamarles pesadillas. Una extraña clase de imágenes secuelas del tiempo en que estuvo viajando con su madre en aquel sitio donde conoció a Cosmo.

—Keith ¿Estás bien?— le escuchó cuestionar al moreno despertándolo de repente, se halló en plena penumbra la mirada azul de Lance contemplándolo sobre de él. Sonrió, aquella imagen le parecía sumamente preciosa. Alzó su mano y acarició su mejilla.

—¿Por qué no lo estaría?— preguntó divertido riendo con ligereza, Lance ladeó la mirada sintiendo algo de rubor tras esa mirada entretenida del azabache en él ¿Cómo carajos lograba ponerle los pelos de punta con su simple par de ojos aún después de que ya habían compartido varios momentos explosivos juntos?— Es fácil provocarte ¿Verdad, bonito?— pronunció mientras acariciaba la piel erizada del chico. Quería hablar pero el sólo hecho de que Keith lo estuviera acariciando le impedía formular palabras con coherencia. Tomó una gran bocanada de aire para que le llegara oxígeno a su cerebro.

—Estabas rechinando los dientes con mucha fuerza.— Keith soltó la risa, aveces Lance era un chico que se preocupaba bastante.

—¿En serio te alarmas por eso?— preguntó aun entre risas. Lance asintió.

—Mi mamá me decía que sólo se hacía algo cuando algo te inquietaba o tenías pesadillas.— Keith no pudo evitar que esto último resonara con intensidad en su cabeza. "Pesadillas" repitió una vez más en su cabeza; todo mundo las tenía ¿no? Las de él para nada eran especiales ¿Verdad? Soltó un suspiro, no había porqué seguirse sumergiendo en ello.

—Tu mamá te tenía muy bien cuidado ¿No, McClain?— enunció con una sonrisa elegante y seductora, y su mirada atenta a él provocando un calor que coloraba las mejillas del moreno. Odiaba que Keith lo provocara así para evadir temas, aunque de cierta manera también disfrutaba que esa fuera la forma de salirse con la suya. Sin embargo esta conversación ya necesitaba salir, no debía permanecer ni un día más oculta.

2:00 a.m. // Klance Donde viven las historias. Descúbrelo ahora