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—¿De dónde escuchaste ese nombre?
—Eh... ¿Por ahí? —puse mi mejor sonrisa inocente esperando que se lo creyera.
Papá estaciona el auto antes de bajarse. Me confunde su acción hasta que lo veo recostado de la pared de una tienda de discos llevándose la mano a la cara.
Bajo la cabeza sintiéndome repentinamente culpable. No me gusta cuando alguien cambia su buen humor por culpa mía. Me quito el cinturón saliendo también.
—Papá. —le toco el hombro. —Perdón. Es una estupidez, olvida que dije algo sobre esto.
—No. —respira profundo y observa a las personas que caminan cerca. —Creo que ya es tiempo de que sepas algunas cosas.
Un poco de alivio me recorre el pecho, en parte porque papá no está molesto conmigo y la otra parte porque tendré algunas respuestas que seguramente jamás tendría de parte de mamá.
Al estar ya en una cafetería cercana, frente a frente, y con una malteada vuelvo a insistir. Él se echa el cabello hacia atrás para tener toda su atención en mí.
—¿Qué sabes sobre Erik?
—No mucho. Sé que estuvo cuando se formaron los X-Men, en esa primera misión. Y que... —guardo silencio porque me duele incluso a mí decirlo.
Bueno, no me duele, pero si es algo raro. Me molesta que sea verdad y que no me lo dijera nadie. Si Erik y mamá... ¿Por qué entonces no están juntos? ¿Por qué se casaron mis padres? Se nota que es imposible para ellos mantenerse un una misma habitación por más de una hora.
—Alina. —la mano de mi papá alcanza a tocar un poco de la piel de mis dedos al notar que unas pequeñas chispas azules amenazaban con estallar. —¿Estás segura de que quieres hablar justo de eso?
—Sí. Lo necesito. —acerco la malteada a mis labios saboreando la dulce esencia de la vainilla. A algunos no les gustaba porque les parecía aburrida, pero yo amaba ese delicado sabor más que algún otro.
—Los que iniciaron la idea del equipo fueron Charles, Lara y Erik. Ellos iban reclutando jóvenes mutantes, y un día llegaron a la cárcel en donde yo estaba cumpliendo mi sentencia.
Sí, sabía que papá había estado un tiempo en la cárcel. Pero mamá me aseguró que no era algo que me tuviera que causar algún temor.
